Sostenido por dos compañeros porque apenas si puede caminar sin ayuda, Miguel Hernández se encuentra con su esposa que lo viene a visitar a la cárcel de Alicante, la última estación de su vía crucis penitenciario. Se agarra a la reja como un náufrago y le da a Josefina Manresa un pequeño librito artesanal con dos cuentos, escrito e ilustrado rústicamente a mano. El destinatario final es su segundo hijo, Manuel Miguel, Manolillo (el primer hijo murió a los pocos meses), al que ya había dedicado la dolorosa Nana de la cebolla: «Tu risa me hace libre / me pone alas. / Soledades me quita / cárcel me arranca».

«Para cuando aprenda a leer» reza el subtítulo del cuaderno. Manresa lo guarda como un talismán y cuando el pequeño crece y comprende, sus lágrimas emborronan la tinta del librito. Poco después de aquel encuentro, el poeta del pueblo encontraría la muerte en aquel reformatorio de adultos, víctima oficialmente de la tuberculosis y la incuria franquista, moralmente tan asesina como un fusilamiento.

Ahora esos dos cuentos y dos más que luego escribió también en la cárcel se recuperan en el volumen Cuentos para mi hijo Manolillo (Nórdica) con motivo del 75º aniversario de la muerte del poeta, que se cumple hoy; una edición que ha sido preparada por el periodista Víctor Fernández con nuevas ilustraciones de Damián Flores, Sara Morante, Adolfo Serra y Alfonso Zapico.

El libro forma parte de la modesta aportación bibliográfica a la conmemoración del aniversario, a la que se une Tenemos que hablar de muchas cosas (Espasa), una antología seleccionada por diez poetas actuales, y las reediciones de 25 poemas ilustrados (Kalandraka) -obra de otros tantos artistas plásticos- y de la biografía corregida y aumentada de José Luis Ferris, aparecida el pasado año.

SUEÑO DE LIBERTAD / Además de como libro infantil, Cuentos para Manolillo, recuperados por el catedrático José Carlos Rovira, puede leerse también a modo de radiografía esquinada de cómo se sentía el poeta en los últimos tiempos, los más duros. «También es fácil ver en el argumento de los cuentos una especie de trasunto de sí mismo. En el primero se habla de un potro oscuro capaz de llevarse a los niños a la ciudad del sueño. Es fácil pensar que esa fantasía estaba provocada por su encierro, es un sueño de libertad», dice Fernández.

Sobre estos relatos también planea el misterio, puesto que el poeta escribió a Josefina Manresa que se trataba de traducciones de cuentos ingleses, pero no se ha encontrado el original y a Fernández le parece un poco extraño que el poeta en la prisión tuviera acceso a relatos de ese tipo. «Están muy relacionados tanto con la infancia como con la tierra, dos temas claramente hernandianos». Joan Manuel Serrat, posiblemente uno de los artistas que más han hecho por la popularización del poeta, considera que estos cuentos son «conmovedores retratos del sentir de aquel hombre en tal adversas circunstancias».

LAS PRIMERAS PUBLICACIONES / Los dos primeros cuentos, los que Hernández entregó a su esposa, fueron publicados por primera vez en1988, y hasta el 2010, año del centenario, se creían únicos. Fue entonces cuando el hijo de Eusebio Oca, compañero de prisión del poeta, reveló que él tenía también el texto original de los relatos, con otros dos cuentos más que no se conocían. Los textos fueron escritos en papel higiénico y cosidos a mano con bocetos y dibujos en el dorso.

Se dieron a conocer en la gran exposición del aniversario y un año más tarde fueron adquiridos por la Biblioteca Nacional. Además, según se supo entonces, la versión que Hernández entregó a Manresa fue en realidad una copia de Eduardo Oca, quien añadió sus propias ilustraciones, que habían sido atribuidas al poeta.

La edición de Nórdica incluye una selección de dibujos, esta vez sí, realizados por Hernández que forman parte del legado del autor de Perito en lunas. Ese legado fue comprado después de un largo proceso al Archivo Municipal de Elche en el 2013 por la Diputación de Jaén y depositado en Quesada, el pueblo natal de Josefina Manresa. El archivo supone también una fuente para acceder a detalles no muy conocidos.

FRENTE A LORCA / Fue allí donde se encontró la única carta que el granadino Federico García Lorca dirigió al alicantino Miguel Hernández y que da cuenta de la tirantez de las relaciones entre ambos, muy especialmente por parte del autor granadino, que afea al de Orihuela la expresión «tiene cojones» referida a su poesía en una carta anterior.

Los destinos de Lorca y Hernández son paralelos, pero disímiles. El asesinato del primero provocó una repulsa internacional, mientras que la muerte del segundo pasó casi inadvertida. Lorca tuvo un instántaneo reconocimiento en vida, mientras que el autor de la Nana de la cebolla luchó por él con uñas y dientes. «Hay una foto en la que están Lorca, Buñuel, Alberti, Pepín Bello y Neruda, en el homenaje al pintor Hernando Viñés, en la que Miguel saca la cabeza con preocupación, como si temiera no salir en la foto. Esa imagen ejemplifica bien cómo se sentía», explica Fernández, quien desearía poder decirle lo que muchos opinan, que «es uno de los cinco grandes de la primera mitad del siglo XX».