Antonio Hernández y su amigo Cebrián están en el campo de Mauthausen. Tienen hambre y se acercan a la cocina para intentar robar comida. Tras el barracón, «tiradas en el suelo, hay unas tripas de cerdo». Les saben «a gloria». El lector pasa la página. Cerca de ellos descubren dos cuerpos humanos «abiertos en canal». Se dicen que no volverán a hablar del tema. De las 250 crudas ilustraciones del horror nazi que aparecen en Deportado 4443 (Ediciones B), la de esos dos cadáveres fue la que más cuesta arriba se le hizo dibujar a Ioannes Ensis (Juan Espadas). Y, confiesa que, con las últimas viñetas, que recogen la liberación del campo (de la que acaban de cumplirse 72 años), se le saltaron las lágrimas de alegría.

Todo empezó cuando sintió una necesidad «muy visceral» de coger el lápiz para visualizar los tuits que un día descubrió en la red. Pertenecían a la cuenta que da título al libro, que el periodista y escritor Carlos Hernández de Miguel abrió tras publicar en el 2015 Los últimos españoles de Mauthausen. En un experimento inédito, el perfil de Twitter @deportado4443 sigue a nombre de Antonio Hernández, tío de Carlos fallecido en 1992, exiliado republicano que sobrevivió al Holocausto.

MÁS DE 50.000 SEGUIDORES / En el primer libro, su sobrino había tirado del hilo de la historia familiar para denunciar el drama que sufrieron los 9.300 españoles que como él acabaron en campos nazis (5.500 murieron). Luego, en esa iniciativa pionera, «para hacerlo aún más visible y llegar a un público más joven y amplio», el escritor siguió haciéndolo tuit a tuit, como si su tío contara en tiempo real y desde Mauthausen su verídico día a día y el de sus compañeros, en una cuenta que superó los 50.000 seguidores.

Hernández, con la voluntad de «recuperar una memoria histórica olvidada por muchos y tapada por el franquismo», también hizo un documental con el material, un libro digital de los tuits y mantiene activas una web y una cuenta de Facebook. Pero no se le había ocurrido el formato de cómic hasta que se lo dijo Ensis.

El dibujante recurrió a toda la documentación de Hernández además de a archivos sobre el Holocausto y fotos como las que el también preso de Mauthausen Francesc Boix robó y que sirvieron de prueba en los juicios de Núremberg, y seleccionó los tuits para luego ilustrarlos de la forma más veraz posible. «Necesité hacer bastantes parones para desconectar porque trabajar 10 horas cada día durante 10 meses con imágenes tan desagradables y brutales es acumulativo -señala-. Pasar una jornada entera dibujando a personas que sabes cómo se llaman, cómo murieron, qué les pasó... hace que no puedas evitar empatizar con ellas. No dibujaba personajes, dibujaba personas, e intenté ser muy respetuoso con las víctimas», asegura.

EPISODIO AÚN MÁS OSCURO / A Hernández le sorprendió el resultado. «Yo conozco la gran mayoría de fotos de los campos nazis pero hay lagunas gráficas, cosas que has leído y oído pero no has visto. Y Ioannes ha captado todo el horror, sin exagerar y, a menudo, dejando parte para la imaginación». Como las páginas que hablan del campo de Gusen, «el matadero de Mauthausen, al que enviaban a enfermos y débiles, pero sobre el que no hay casi testimonios porque no sobrevivió casi nadie». Los presos desconocían lo que allí ocurría en realidad. Y allí es adonde envían a Cebrián, el amigo de Antonio Hernández, haciéndoles creer que es un sanatorio. Para los tuits que transcurren en Gusen, que son escritos por Cebrián, el dibujante varía premeditadamente la tipografía, el trazo y el estilo gráfico. A diferencia del resto del libro, ese episodio es más oscuro si cabe, más expresionista y menos realista, con contraste de blanco a negro y sin el grises del carboncillo.

Para Hernández es imprescindible continuar sacando del olvido la historia de estos españoles que «sufrieron una traición tras otra». «Primero, cuando en la guerra civil las democracias no apoyaron a la República. Después, en el exilio, tratados como perros en aquellos campos franceses donde tantos miles murieron de hambre y de enfermedades y muchos acabaron luchando en la segunda guerra mundial contra el fascismo. Cuando terminó, esperaban que los aliados entraran en España para acabar con Franco, pero, por el contrario, ellos prefiririeron tener a un dictador anticomunista que a una república o una democracia de tintes izquierdistas».

Y la última traición, continúa el autor, «la más sangrante: la de la democracia en la transición. Es la que más duele a los supervivientes porque creían que tras 40 años de olvido se les reconocería. Y salvo excepciones, como en Cataluña y, ahora, en Aragón, Valencia o con el ayuntamiento de Manuela Carmena en Madrid, siguen sin un homenaje estatal». «Ningún Gobierno democrático lo ha hecho -lamenta-. A diferencia de los sucedido en Francia». Y solo quedan vivos apenas una docena, ya nonagenarios. Para ellos, revela, el máximo reconocimiento es «que se conozca la verdad y se señalen los responsables».

PAPEL CULPABLE DE FRANCO / Por ello Hernández no ceja en recordar el papel culpable de Franco, que además, durante la dictadura, les mantuvo en el olvido. «Él provocó que Adolf Hitler, a través de Ramón Serrano Suñer, en una reunión en septiembre de 1940, trasladara a los republicanos que habían luchado en la segunda guerra mundial desde los Stalag, donde estaban junto a otros prisioneros de guerra aliados, a campos de concentración». Los autores esperan que el cómic llegue a nuevos públicos, entre ellos padres y profesores interesados en transmitir a los jóvenes la «necesaria» memoria histórica.