Las páginas de Papel y plástico huelen a bocata de chorizo de Pamplona, a chocolate con pan y a quesito estrujado. Eso era lo que se merendaba en los años 80, aquella década prodigiosa en la que los chavales jugaban con juguetes de verdad. Todos esos objetos los ha recogido el diseñador gráfico e ilustrador Oscar Lombana para Papel y Plástico (Astiberri), cuyo tercer y último volumen acaba de salir a la calle. Ver todas las fotos incluidas en los libros (las barriguitas, el Cinexin, los rotuladores Carioca, el Spectrum, la Jesmarin...) y leer las anotaciones de su autor supone meterse en una máquina del tiempo. Adelante.

Lombana (Bilbao, 1971) nunca ha sido coleccionista. "Quizá si lo hubiera sido y hubiera tenido la oportunidad de ver todos esos juguetes de mi infancia en la estantería, no habría sentido la necesidad de volver a verlos", afirma. Encontró muchos de sus tesoros en el Museu de la Joguina de Sant Feliu de Guíxols y la librería Totem de Bilbao. Su ayuda fue vital. Al menos, en los comienzos. "A raíz del éxito del primer libro, varios coleccionistas se pusieron en contacto conmigo y me abrieron las puertas de sus casas", continúa. Ahí descubrió que la gente guarda cosas increíbles, como cromos de El coche fantástico y bolsas de patatas con imágenes de Ulises. ¿Por qué lo hacen? "Por nostalgia. Hemos tenido una infancia estupenda y todos queremos guardar y estirar ese hilo que nos mantiene en un mundo virtual", contesta el autor.

El cineasta Borja Crespo, que escribe el prólogo del tercer volumen, asegura que Papel y plástico es "un chute de adrenalina espiritual", un piropo que emociona a Lombana tanto como a los lectores. "La gente me da las gracias por revivir momentos de su infancia".

Papel y plástico (cuyo primera entrega lleva tres ediciones y dos la segunda) es un álbum de fotos. Cuando el lector ve esos objetos retratados hay algo que conecta con el cerebro y vienen los recuerdos a la mente. "Te da un subidón cuando ves cosas aparentemente olvidadas. Lees las páginas diciendo: ¡Esto lo tenía yo!", añade Lombana. Y se pone nostálgico: "Menudo chollo de infancia tuvimos. No creo, sin embargo, que los niños de hoy sean más infelices. Simplemente es que nosotros lo pasamos de miedo con un caja de cartón y un palo".