Las circunstancias históricas que llevaron al gran prócer venezolano Simón Bolívar (1783-1830) a elaborar el sueño de una América libre de las ataduras coloniales han sido suficientemente aclaradas por historiadores como John Lynch. Le queda pues a la literatura bucear en el mar de la historia para rescatar los pequeños corales que dibujen a un personaje, en realidad, inabarcable: convertido tras su muerte en leyenda, mito y símbolo de todo un continente, Bolívar es "un hombre arrebatado por el genio o el demonio de la historia". García Márquez se dedicó con ahínco a desentrañar los últimos días del libertador en El general en su laberinto .
William Ospina (Padua, Colombia, 1954) ha preferido la inmensidad del océano para cincelar la imagen de un personaje cuya imagen emerge gracias a episodios de una potencia lírica inusitada.
El autor de Ursúa (2006) ha querido construir un libro que no es una biografía novelada, ni un ensayo, ni un manual al uso sobre la vida y milagros del personaje. En En busca de Bolívar , Ospina hace soplar el viento de la historia para que aquí y allá surjan escenas privadas y públicas de la vida del libertador. Parte del mérito del libro estriba en la elección de esas escenas, pues es ahí, en el contraste entre lo público y lo privado, donde el símbolo se humaniza y el hombre se convierte en leyenda.
Lo que buscaban libertadores como Bolívar "estaba a la vez en los escenarios brumosos de la historia y en los espacios simbólicos de la leyenda: era la resolución de un drama cósmico. Esos libertadores no buscaban solo el triunfo sobre un déspota o un invasor: se buscaban a sí mismos en el rostro de América, la posibilidad de su triunfo era la posibilidad de su propia existencia, conquistar el futuro era también conquistar por fin la memoria". Con esta hipnótica prosa que le caracteriza, Ospina alcanza una extraordinaria capacidad de evocación y convierte este libro en un texto de difícil catalogación. Sin ser un libro de historia cuenta episodios verídicos de la forma más deslumbrante posible. Sin ser novela ficcionaliza momentos increíbles inoculando el veneno de la ficción para hacer patente la verdad de las mentiras.
