Martirio (María Isabel Quiñones Gutiérrez, Huelva 1954) es un buen vino. Se hace grande con los años y consigue el maridaje perfecto con todo lo que suene bien, y tenga la dosis suficiente de arte bien hecho. Vanguardista, transgresora, tradicional, atrevida, intimista..., Martirio presenta en 30 canciones, 30 años de trabajo en un recopilatorio que podremos escuchar en Extremadura, el próximo día 8 de julio, en la clausura del VII Festival Internacional de Música Ciudad de Trujillo. Una oportunidad única de vislumbrar más allá de sus lentes oscuras, la voz de una artista que abarca una parte muy importante de la historia musical de nuestro país. Un encuentro, una cita, con una de las intérpretes que convierte en oro todo lo que toca. La reina Midas de la buena música llega a nuestra tierra. Sea bienvenida.

—Será la encargada de clausurar el VII Festival Internacional de Música con un concierto en el que estará acompañada a la guitarra por su hijo Raúl Rodríguez, ¿qué podremos ver?

—Pues un concierto donde a guitarra y voz se recorre mi repertorio de estos 30 años, con canciones emblemáticas para mí, donde están presentes los diversos géneros que hemos ido cultivando: la copla, el jazz, el flamenco, el tango, la canción latinoamericana, los boleros..., además de mis temas propios. Un concierto íntimo y pleno de compás, apasionado, dramático, divertido y con memoria. Donde la risa, el llanto, la nostalgia y las ganas de seguir adelante tienen sentido, en busca siempre de la verdad y la belleza.

—Cantaba Chano Lobato que ‘20 años no es nada…’, ¿y 30?

—Es un regalo de la vida llevar casi 40 años (juntando mi época de Jarcha y Veneno) en la música que es mi pasión y mi vida. En donde trabajo muchísimo para poder trabajar, pero es lo que más me gusta del mundo, con lo cual, ‘reventá pero informal’ estoy muy contenta de seguir en ‘activísimo’ acompañada de excelentes músicos de los que aprendo, con una trayectoria muy ‘limpita’, mucha curiosidad y con muchísimas ganas de experimentar... Los retos que cada vez me pongo, siempre le dan un impulso a la salud del cuerpo y el alma.

—Presenta un trabajo de 30 años en 30 canciones, ¿qué ha sido lo más complicado a la hora de recopilarlo?

—Buscamos la diversidad de géneros, que pudieran cantarse hoy como si fuesen ‘fresquitas’ de ahora. También canciones que han sido emblemáticas para mí. Tocar la risa, el llanto, el cortejo, el dolor, el humor..., y celebrar alguna de las más de 40 colaboraciones y homenajes con otros artistas queridos que he ido haciendo, con una muestra de canciones llenas de emoción. Y además acompañando el doble cedé, una película de ‘Sacromonte Films’ dirigida por José Sánchez Montes sobre mi vida artística, hecha con tanto cariño y con tantos datos que describen tan bien mi trabajo, que me llena de ilusión poder ofrecer todo ese mensaje conjunto.

—¿A qué no le ha dado tiempo?

—A la comodidad, la seguridad económica, estar cubierta, en mi tierra, con mi gente.... de médicos, de ayudas, de cariño..., no me ha dado tiempo a pensar en tener. Tanto en cosas físicas como parejas, que te apoyen y te den confort. El confort lo alcanzo en momentos muy preciados, cuando acabo el trabajo y está bien hecho, en tranquilidad, amistad y cariño. En buscarme y encontrarme. Pero es que no me conformo con no vivir de verdad..., todo lo que es estar en el alambre con alguna que otra red..., es como he vivido. No me quejo porque lo elegí y lo sigo eligiendo, y eso es un verdadero hándicap. Vivir de lo que amas y cómo quieres. Aunque también me hubiera gustado tener tiempo para ser terapeuta o fisioterapeuta, o cualquiera de las disciplinas que me encantan y no me son ajenas. Haber estudiado a fondo el tema de la sanación corporal y espiritual, sin embargo también me digo que lo que hago, de alguna manera, es espejo, emoción y sanación...Y sonrío.

—¿Qué tiene Martirio que consigue el maridaje perfecto, la perfecta armonía con tantos y tantos artistas?

—No sé si perfecto, pero desde luego auténtico. Lleno de emoción, pasión, verdad, puntos comunes, empatía de almas, de formas de ir por la vida, por este universo de la música y del arte y de moverte ‘por o para...’ Yo no soy una estrella, soy una cantora y me uno a mis afines, a los que se dejan la vida por ser y dar su expresión más verdadera, aparte del negocio y la manipulación. Todo eso hace que nos unamos determinados artistas y que amando, respetando y enamorados del arte, saquemos interpretaciones que remuevan los centros, los nuestros los primeros, y así, a nuestro público sabio.

—Flamenco, copla, boleros, jazz... ¿todo le vale a Martirio?

—Me vale todo lo que va conmigo cosido a los poros de mi piel, mi vivencia, mi atracción y mis pelos de punta. A lo que siento que pertenezco y en lo que creo que aporto.

—El diseño de sus peinetas y gafas abrieron los ojos a una generación que ansiaba esa transgresión. Eran tiempos de libertad, y Martirio una de sus musas..., pero ¿qué escondía detrás de esas lentes?

—Nunca escondí nada. Cualquiera que me oiga cantar o me vea hablar, sabe quién soy perfectamente por muchas gafas que lleve, y por mucho que me adorne. Se me ve el plumero de lejos... Otra cosa es la necesidad de hacerme un personaje teatral para poder volcar mi lenguaje y mi música, mi fantasía y la de mis colaboradores, por cierto uno de los primeros peineteros, un grandísimo artista fue el extremeño Juan Carlos Martínez Peña, amigo querido y admirado que me hizo las primeras peinetas históricas. Toda esa fantasía, ese teatro, esa libertad, sensualidad, imaginación..., eso es un disfrute para mí enorme a lo largo de los años, y ojalá pronto pudiera conseguir ayuda para poder enseñar en una exposición y en condiciones semejantes baúl de artesanía, imagen, ropa y complementos..., ahí hay un arsenal de sonrisa, trabajo concienzudo, sorpresa y cultura.

—Hay un público que conocerá a Martirio a raíz de este recopilatorio, ¿qué le gustaría que extrajeran de él?

—Que hay ahí mucho trabajo para la gente, un trabajo musical con verdaderos genios de la música, un viaje musical apasionante, un volcarse en el ser y el estar, aprender y disfrutar, cuestionarse y darse mimos también y enseñar lo que hay, que somos múltiples, que nos une el compás, la mirada, el amor. Ir buscando el éxito es un batacazo de cabeza perdida. Perseguir tu propia misión te da más que alegrías cada día. Que cuando quieres y luchas, ¡puedes! Y sacas un bagaje mucho más grande que tú. Que la pasión es el motor de la vida, y que tener una idea y trabajar por ella siempre te lleva a tener las expectativas creativas vivas.

—Su hijo Raúl es músico también, ¿qué han aprendido el uno del otro?

—Yo de él he aprendido, por ejemplo, que invierte toda su energía y su tiempo en su pasión, en hacer su trabajo buscando la excelencia, para él mismo sobre todo, y de ahí afuera, ¡al mundo! No he visto dedicación igual. Que sabe más de lo que él y los demás puedan suponer, que pone feliz a una reunión en un momento, que es profundo y reflexivo, poético y reivindicativo, rebelde y responsable, y es un enamorado del ángel y la vida, de la amistad y el cariño, de la risa y la magia. Que es auténtico y tiene una grandísima vocación por la música, el estudio, la libertad y la creación. Que el disco que acaba de terminar, su 2º en solitario, todo composición suya para salir en septiembre ‘La Raíz eléctrica’ es un disco que me arrebata, y que ya me hubiera gustado hacer a mí un pedazo de trabajo como ese, dando mano y voz a todas las influencias e inventando nuevos conceptos, investigados con dedicación extrema. Me encanta ver que la gente lo quiere y lo requiere. Es lo mejor de mi vida.

—¿Dónde ha quedado la Martirio de ‘Las mil calorías’?

—Está ahí, presente, forma de parte de mis facetas como artista y como persona, la sigo cantando y me la sigo creyendo. Y me sigo riendo hasta de mi sombra.

—Cuando a una le dan el Premio Nacional de las Músicas Modernas 2016 del Ministerio de Cultura, por contar con ‘un estilo inconfundible que transciende la música’ ¿cómo se le queda el cuerpo?

—¡Qué alegría más grande! Sin haberme vendido en la vida, haciendo lo que dicta mi estómago, pasando fatigas para no entrar en ninguna rueda engañosa..., en ninguna tentación económica o de fama efímera y espectacular, poquito a poco, libre…, luchando como una bestia, con criterio y fe... ¡que premien eso en los días que vivimos es maravilloso y esperanzador! Me pone las tripas en orden.

—Al margen de este concierto, ¿mantiene alguna otra relación con Extremadura?

—Estamos muy cerca Huelva y Extremadura, y hay paisajes, lenguajes, comidas, climas..., muchas cosas en las que tenemos que ver, en las que somos hermanos. Y artistas como los flamencos, desde la Marelu a Porrina, a la poesía y la canción de Luis Pastor o Pablo Guerrero, a Bebe, tierra de poetas como Carlos Lencero y pintores como Luis Fernández de Molina. Extremadura es una tierra de gente noble y que sabe de la vida, de ‘disfrutones y currantes’ de emigraciones y de historia. Es una tierra que deglute un pasado histórico que se queda en los genes, y que abre sus corazones al mundo.