Lauren Weisberger trabajó durante un año como asistente de la influyente Anne Wintour, la directora de la edición estadounidense de la revista Vogue . Y lo debió pasar fatal. Wintour, gran tiburón del mundo de la moda siempre ha tenido fama de tratar a coces a sus empleados. Weisberger acumuló grandes larvas de rabia bajo la sombra de la superjefa y, cuando explotó, vertió su experiencia en una novela de título estupendo, The devil wears Prada (El diablo viste de Prada ), que se convirtió en un considerable best-seller traducido a 27 idiomas.

La adaptación no tardó en ponerse en marcha. David Frankel, director de Sexo en Nueva York , tomó las riendas. La película, mostrada ayer en la Mostra de Venecia fuera de concurso, tiene un regustillo parecido a la serie. Solo falta Sarah Jessica Parker. O mejor no. Meryl Streep no necesita ningún refuerzo para tirar adelante esta simpática y digerible comedia.

Streep recupera la vena cómica en el papel de la tiránica jefa imposible de satisfacer, de la que los empleados huyen despavoridos y que jamás grita porque no le hace falta, de tan impuesta que está su autoridad.

En la novela, el personaje de la directora de la revista era cruel. Magnífica profesional, pésima persona. En la película, todo se ha suavizado. Sigue siendo la jefa que nadie querría tener, pero la narración pedía cierta humanización del personaje. "Gente como mi personaje existe en la vida corporativa y suelen ser hombres. Tan solo le hemos puesto un vestido", comentó cáustica Streep.

UN RECORRIDO COMERCIAL La película ha iniciado su recorrido comercial en EEUU con notable éxito. Comprensible. Cuenta con un guión agudo que parodia, o quizá no, la industria de la moda, con la ambición, los egos y la crueldad que la cabalgan. Y luego aparece Manhattan, el personaje omnipresente y no acreditado, como en Sexo en Nueva York. En fin, que puede resultar superficial, pero hace pasar un rato agradable.

Otro glamur, más suntuoso, se vio ayer en la pantalla del festival. También fuera de concurso el actor y director inglés Kenneth Branagh presentó La flauta mágica , una película que en realidad es la ópera de Mozart tal cual, con algunos retoques estilísticos. Toda una osadía de alguien que se reconoce un neófito en materia operística.