Las decisiones que toma un hombre de izquierdas que ve alterada su vida a consecuencia de la guerra civil es el eje que mueve la última novela de Antonio Muñoz Molina (Ubeda, 1956), La noche de los tiempos , una monumental obra de 1.000 páginas que resume y completa el mundo literario del autor que ha huído de la visión "nostálgica" y épica que la mayoría de los estudiosos y narradores progresistas de la contienda española ha legado a las nuevas generaciones.

"He querido contar vidas humanas verosímiles en un contexto también verosímil", afirmó ayer Muñoz Molina en la Residencia de Estudiantes de Madrid, un escenario recurrente a lo largo de su novela. El que fuera en las primera décadas del siglo XX un foco de conocimientos liberal y democrático le permite al autor mirar a la generación que pretendió, y dio los primeros pasos, para modernizar España, un deseo que truncó el golpe de Franco.

Políticos, como Manuel Azaña o Juan Negrín, escritores, como José Bergamín, Zenobia Camprubí y Rafael Alberti, o el pintor José Moreno Villa, entre otros, son algunos personajes reales que han ayudado a Antonio Muñoz Molina a componer el extraño ambiente que reinaba en Madrid hace más de 70 años.

El personaje de ficción en torno al que gira la trama de la novela también responde a las claves de los modernizadores. Se trata del arquitecto Ignacio Abel, formado en las vanguardias de la Bauhaus, que a finales del año 1936 viaja a Estados Unidos con la obsesión de recuperar un amor perdido.

Para definir el "tono moral" del protagonista de La noche de los tiempo, Antonio Muñoz Molina ha echado mano de algunos intelectuales que se atrevieron a contar el mal cariz que tomaron los acontecimientos tras el 19 de julio de 1936. No son ajenos al resultado de la narración Arturo Barea y La forja de un rebelde ; las memorias de Julián Marías, que describe ese momento con la mirada de un republicano y católico; las de Jaime Salinas que, con los ojos de un niño, analiza el comportamiento de su padre, Pedro.