Originalmente concebidos por Hollywood para tratar de desviar la atención de escándalos que hace nueve décadas sacudían a la industria, los Oscar siempre han sido algo más que la fiesta mayor del cine. Durante décadas han perfeccionado el combinado de reconocimiento a películas y profesionales del séptimo arte con las relaciones públicas, la propaganda, la política y el glamour. Y este año, marcado por una cosecha de cine excelente, no es distinto, pero los Oscar entran en una nueva era.

En la 90º edición, que se celebra esta noche en el Teatro Dolby de Los Ángeles, La forma del agua, Tres anuncios en las afueras, Déjame salir, Dunkerque, El hilo invisible, Lady Bird, El instante más oscuro, Call me by your name y Los archivos del Pentágono libran la carrera por la estatuilla a mejor película más abierta e incierta de los últimos años (aunque dominada por los tres primeros títulos).

Los cambios que lentamente ha ido realizando la Academia en su composición después de que se pusiera el foco en su falta de diversidad empiezan a notarse (aunque entre sus 8.300 miembros el 91% siguen siendo blancos y el 76% hombres). Y en muchas nominaciones se respira un cambio de sensibilidades. Ahí están como prueba la primera mujer en dirección de fotografía o la de primer director transgénero. Y en el repaso a los candidatos se constata la apertura a un cine con menos barreras a géneros cinematográficos y la bienvenida a historias y personajes contundentes en temas raciales, de clase, políticos y sociales.

LOS PRIMEROS DEL #METOO / Pero esta es, sobre todo, la primera edición de los Oscar en el mundo #MeToo, un movimiento tectónico que ha elevado en todo el mundo la conciencia, la denuncia y el combate contra la discriminación a la mujer y el acoso y el abuso sexual. Y en el origen de ese seismo, que empezó hace solo cinco meses, estuvo Harvey Weinstein, un productor fundamental de las tres últimas décadas de Hollywood y actor clave de los Oscar (donde sus películas amasaron 81 estatuillas) pero también un acosador y supuesto violador que actuó protegido por su poder y aliados en la industria. Y los Oscar ya no pueden intentar tapar escándalos. Están forzados a hacerles frente.

Las mujeres de la industria usaron la exposición mediática de los Globos de Oro para lanzar Time’s Up, un movimiento activista que ha recaudado por ahora 21 millones de dólares para un fondo para procesos judiciales. Han anunciado ya que no harán una campaña similar en los Oscar. Lo explicaba el jueves la directora Ava DuVernay: «No somos un grupo de protestas en galas de premios».

Nadie duda, no obstante, que #MeToo, Time’s Up y la reivindicación por la igualdad estarán presentes en una gala donde ya se ha sentido su efecto. Rompiendo con la tradición, los premios a mejores intérpretes protagonistas, que sería sorpresa mayúscula que no se llevarán Frances McDormand y Gary Oldman, no los presentarán los ganadores en las categorías el año pasado, sino cuatro mujeres (Jennifer Lawrence y Jodie Foster y Jane Fonda y Helen Mirren). Y en la decisión obviamente ha pesado que Casey Affleck, que se llevó el premio el año pasado y está acusado de acoso, decidiera no presentarlos.

A Jimmy Kimmel, en su segundo año como maestro de ceremonias, le toca el complicado papel de ser divertido y entretenido a la vez que abordar los escándalos y problemas de Hollywood (o la presidencia de Donald Trump). Y se puede anticipar que usará el humor para revisar la monumental pifia del año pasado, cuando se anunció el Oscar a mejor película para La La Land cuando la ganadora era Moonlight.

INCÓGNITA / Lo que está escrito en el sobre que se les entregue es una de las mayores incógnitas de este año. Y es que el sistema de voto para el premio gordo de los Oscar, dispara la incertidumbre. Mientras que en las otras 23 categorías los 7.258 académicos con derecho a voto eligen un solo título, en mejor película clasifican por orden de preferencia sus favoritas. Si ninguna de las nueve nominadas llega a superar en primera ronda el 50% de votos en primer lugar, se elimina la que ha obtenido menos votos en esa primera posición. Esas papeletas no se pierden o descartan, sino que sus votos pasan a las películas que aparecieran en segundo lugar. Así sucesivamente hasta que un título supera el 50%. Y aunque el duelo principal lo libran La forma del agua y Tres anuncios en las afueras podría dar la sorpresa Déjame salir o incluso otra de las seis candidatas aunque no sean, aparentemente, las que más apasionan.

El trabajo de Guillermo del Toro (favorito como director) es el máximo nominado, con 13 candidaturas, pero el sindicato de actores (que componen el gremio más numeroso) eligió el trabajo de Martin McDonagh. La historia también juega contra Jordan Peele: ninguna película desde Cabagalta, en 1934, se ha impuesto con menos de cinco nominaciones y la suya tiene cuatro.