El Auditorio de Cáceres se convirtió anoche en el escenario para la vuelta a los orígenes cacereños de Pedro Guerra. Hace diez años, el cantautor canario desembarcaba en la península con una guitarra y un zurrón lleno de sueños que, poco a poco, se han ido cumpliendo hasta situarlo en el club de los compositores consagrados.

Precisamente sus principios se vivieron en locales de Cáceres, como él mismo reconoció anoche, a los que llegó de la mano de Isidro Timón, antes responsable del Corral de las Cigüeñas y ahora director del Gran Teatro, y luego a la Torre de Babel con su inolvidable mano a mano con Luis Pastor, cuñado y amigo, y el acompañamiento del músico gaditano Antonio Toledo. "¿Siguen abiertos todavía?", preguntaba curioso a los periodistas.

A esas raíces que compartió con otros garitos madrileños como Libertad 8 o Galileo Galilei volvió anoche Pedro Guerra, antes de triunfar con el nombre añadido de Manuel al de pila. Y lo hizo con frescura, buen humor y las canciones de su nuevo disco titulado Bolsillos , que saldrá al mercado mañana. Lo hizo invitado por la empresa Iniexsa, que quiso celebrar a lo grande su decimoquinto aniversario con un concierto inédito que la próxima semana se repetirá en el Teatro Albéniz de Madrid al doble de precio.

Solo en el escenario

Mereció la pena escuchar de nuevo al cantautor canario casi dos horas ininterrumpidas, ante un público que llenó en tres cuartas partes el auditorio cacereño donde Pedro Guerra se presentó en sandalias, con pantalón de lino, anillo de casado y sus inconfundibles gafas y un diente roto a lo Ronaldihno .

Se paseó, solo en el escenario, con una guitarra y un puñado de canciones intimistas y también críticas con la televisión y su "circo de la realidad". No olvidó tampoco el drama de los inmigrantes, ni su curiosa teoría sobre los afásicos --personas que pierden el habla a causa de un desorden cerebral-- para desenmascarar a los políticos.

Fue un Pedro Guerra más comunicativo que otras veces, más irónico y con esa carga de profundidad en sus letras marca de la casa. Fue como volver atrás, a los orígenes del estribillo de Bolsillos : "Nada al fin te pertenece, pero viaja siempre ahí, como sombras de un pasado que no fui".