El escritor mexicano Sergio Pitol rindió ayer un homenaje a los republicanos españoles exiliados en su discurso de aceptación del Premio Cervantes, máximo galardón de las letras españolas, que le entregó el rey Juan carlos. En la ceremonia, que tuvo lugar en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, estaban presentes, además de los Reyes, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero; la ministra de Cultura, Carmen Calvo, y la presidenta de la comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, entre otros.

El novelista, traductor y ensayista, de 73 años, que vive retirado en la ciudad de Xalapa, es el tercer mexicano distinguido con el premio. Tras recibir emocionado el aplauso de los presentes, leyó con voz nerviosa un discurso de siete páginas en el que hizo un elogio del exilio español, que enriqueció, dijo, de forma notable la cultura mexicana, especialmente las universidades, las editoriales, las revistas, el teatro, la arquitectura y el cine. "Aquellos peregrinos, heridos por una guerra atroz y derrotados, crearon una atmósfera intelectual mejor, nos enseñaron a entender y amar a la España que ellos representaban y ampliaron nuestros horizontes". De aquel grupo destacó a María Zambrano, José Gaos, Luis Buñuel, Max Aub, José Bergamín y a los poetas Luis Cernuda, José Moreno Villa, Emilio Prados y Manuel Altolaguirre.

SUEÑOS Relató también Pitol cómo después de recibir la llamada de la ministra de Cultura, Carmen Calvo, comunicándole la concesión del premio, se le apareció en sueños la imagen de su abuela con un libro en las manos. El escritor recordó que fue huérfano desde los 4 años y, además, pasó más de seis años en la cama a causa del paludismo. "La enfermedad me condujo a la lectura; comencé con Verne, Stevenson, Dickens y a los 12 años ya había terminado Guerra y paz ", señaló.

Hizo a continuación una glosa de los tres intelectuales que más influyeron en su formación: el profesor sevillano Manuel Martínez de Pedroso, catedrático de Teoría del Estado y Derecho Internacional --"una de las personas más sabias que he conocido; quizá por eso nada en él había de libresco"--; el escritor mexicano Alfonso Reyes, que le transmitió la pasión por el lenguaje y su poder renovador --, y el gramático y traductor español Aurelio Garzón del Camino, con el que coincidió trabajando.