Los estudios sobre el comunismo pueden clasificarse en dos tipos: los que subrayan su potencial liberador y los que hacen hincapié en su naturaleza despótica. Mientras la prestigiosa historiografía marxista británica sobre la URSS (Christopher Hill, E. H. Carr) asumía, durante la guerra fría, la primera premisa, la historiografía liberal no ha dudado, tras la caída del muro de Berlín, en hacer astillas del árbol caído. En esta segunda visión cabe situar la obra del profesor británicos Robert Service (1947), que sigue la estela iniciada por El libro negro del comunismo: crímenes, terror y represión (1997) , que cuantificaba en 100 millones (65 chinos y 20 soviéticos) las víctimas del terror rojo.

En Camaradas (Ediciones B), Service ofrece una breve guía del comunismo en el siglo XX tanto en países donde gobernaron como en los que tuvieron una presencia importante. Para el catedrático de Historia rusa de Oxford, hay un denominador común a todas las experiencias de gobierno comunistas: la liquidación de las libertades y los derechos humanos y la desaparición de la economía de mercado, la democracia liberal y la sociedad civil. Por otra parte, según el autor, la Primavera de Praga demostró la imposibilidad de reforma del comunismo y solo la introducción y copia del modelo soviético daba garantía de solidez ante la disolución interna o la intervención externa. No obstante, esta ambiciosa obra presenta objeciones factuales ("el gobierno de coalición de Salvador Allende encabezado por los comunistas"), conceptuales (calificar de comunista cualquier movimiento social revolucionario como los sandinistas) y afirmaciones discutibles como que el comunismo sea decisivo en la aparición y estructuración del totalitarismo fascista e incluso del fanatismo islamista de Bin Laden.