Barcelona bien podría terminar en el 2156 como la urbe que el guionista y reconocido experto y biógrafo de Hergé Benoît Peeters (París, 1956), junto a su amigo de la infancia el dibujante François Schuiten (Bruselas, 1956), anticipan en Volver a París 2. La noche de las constelaciones (Norma). El cómic transcurre en un futuro lejano donde el centro de la ciudad, protegido por un techo de cristal, es en realidad «un simulacro de París, una museificación» de las partes históricas que solo el turismo más rico puede permitirse visitar. «Reflejamos problemas similares a los de hoy en muchas ciudades europeas con una enorme saturación de turistas que hacen imposible la convivencia entre estos y la gente que reside y trabaja en ellas e impiden que se desarrolle con normalidad la vida cotidiana», explica Peeters, de paso por la capital catalana, que cita junto a Venecia o Ámsterdam como víctimas de este fenómeno.

Peeters y Schuiten son dos visionarios maestros del cómic que en 1983 abrieron la puerta de un extraordinario universo de urbes en mundos paralelos con la premiada saga fantástica Las ciudades oscuras (15 álbumes autoconclusivos, en Norma, que ahora lanza La ruta de Armilia). Este rico imaginario, siempre visualmente excepcional, pervive en la nueva serie Volver a París, donde dan un giro hacia un mundo futuro que les permite «explorar temas de actualidad».

«Ese París refleja el de hoy, donde vivir en el centro es tan caro que las familias que han residido allí hasta ahora ya no pueden pagar el precio de los inmuebles y se ven desplazados hacia las afueras», lamenta el polifacético Peeters, también editor, novelista, crítico y comisario de exposiciones. Por ello hay «una gran frontera y un enorme contraste entre los alrededores, sucios, más pobres arquitectónicamente, con menos oferta cultural y donde hay más abandono, y el centro, que está protegido, es perfecto, está iluminado y bien conservado».

A ese París llega la protagonista, Karin, una heroína que viene de una lejana y rígida colonia espacial llamada el Arca, formada por un elitista grupo que huyó del apocalipsis terrestre. Ella, «utopiómana», siente fascinación y adicción por la capital francesa, que solo conoce a través de chutes de imágenes de una ciudad idealizada. «Se produce una confrontación entre ese mundo que ella cree conocer y la realidad que descubre. Sufre un shock, como el que los japoneses llaman el mal de París, cuando la gente sueña fantasías sobre un lugar y la realidad choca con sus expectativas».

Para crear su universo imaginario, Peeters y Schuiten se basan en una realidad reconocible, con referencias documentadas y detalles muy precisos, sobre todo arquitectónicos, y la influencia de Julio Verne.

El creador de Tintín

Con 12 años, Peeters y Schuiten ya hablaban de Hergé. «En la Bélgica donde crecimos era omnipresente, su presencia era aplastante. Fue un referente para ambos. Tintín fue nuestro primer cómic y además de su obra, ya me interesó entonces la figura de Hergé», comenta quien sería el último en entrevistarle, antes de su muerte en 1983, y quien buceando en fuentes documentales y testimonios publicaría la biografía Hergé, hijo de Tintín (Confluencias). «No es una hagiografía, no lo protejo de las polémicas. Hablo de ellas y las pongo en contexto», recalca ante las denuncias de colaboracionismo durante la ocupación nazi de Bélgica. «Él nunca simpatizó con el nazismo. Lo que hizo fue colaborar en el periódico Le Soir [en manos alemanas]». Señala sobre las acusaciones de racismo por Tintín en el Congo que se trata más bien «colonialismo».

«El álbum es una aventura un tanto naíf y paternalista, más que racista. No podemos verlo con la mirada de hoy, sino en su contexto histórico y geográfico, el del brutal colonialismo del rey Leopoldo II. La sociedad belga era así. Y Hergé no era responsable de ello, se le demoniza como si fuera un criminal». Y defiende la voluntad de Hergé sobre la posibilidad de que otros autores dibujen a Tintín. «Tintín tiene una singularidad que él quería que siguiera intacta. No me gustaría que nadie dibujara histor+ias falsas de Tintín. Solo veo bien por ejemplo que un autor como Tardi le homenajeara y dibujara una historia con un Haddock mayor, con el imaginario de Tintín, pero con su propio estilo».