Mario Vargas Llosa visita la capilla de los Vargas, observa el escudo de los Vargas, lo que fue palacio de los Vargas. ¿Serían ellos, estos Vargas, de quienes procede el escritor nacido en Perú en 1936? No lo sabe Vargas Llosa, pero sigue estos rastros españoles de sus posibles ancestros en el Trujillo medieval que visitó ayer por la tarde, un día antes de recibir en Almendralejo el homenaje de la Unión de Bibliófilos Extremeños (Ubex).

De Extremadura se lleva la historia de ese linaje asentado en la ciudad extremeña, que le ha escrito la historiadora Carmen Fernández-Daza Alvear y que recoge como regalo, junto a otras publicaciones, en la sede de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes. Allí le recibe su presidente, Santiago Castelo, y recorre junto a una pequeña expedición de bibliófilos, académicos y periodistas, las estancias rehabilitadas del que fue palacio de Lorenzana. Desde una de sus ventanas divisa "el paisaje intemporal" de la llanura que rodea Trujillo, que visitó por primera vez en 1958, cuando era universitario en Madrid. Desde entonces ha realizado otras visitas cortas, pero "emocionantes y gratas", comenta.

La primera oleada

Recuerda que la primera oleada de españoles que llegaron a Perú en el siglo XVI están llenas de extremeños apellidados Vargas. "No he seguido esa línea que a lo largo de los siglos llega a este Vargas que tienen ante ustedes, pero me emociona pensar que pueda descender de los Vargas que acompañaron a Pizarro al nuevo mundo", explica en una de las habitaciones del palacio de Lorenzana. Ha escuchado a Santiago Castelo, que habla del viaje de una expedición extremeña que acompañaba por Hispanoamérica al presidente de la Junta de Extremadura en 1988. "En Lima le pedí a Vargas Llosa que nos recibiera y allí asaeteamos a preguntas a este matrimonio ejemplar", recuerda Castelo.

La mujer del escritor, Patricia, asiente a los agradecimientos de Carmen Fernández-Daza, la presidenta de la Ubex, que hace el elogio del autor de Conversación en La Catedral , "un hombre libre y comprometido, con ansias de vivir en la palabra escrita, valiente y capaz de sostener sin debilidad sus convicciones".

Entonces, al abandonar el palacio, empieza el recorrido que los Vargas siguen tras las huellas de su previsible herencia trujillana, la de uno de los linajes de mayor poder en el Trujillo de la época de la Conquista. A la ciudad llegaron los Vargas en el siglo XIV y enseguida destacaron en la política, la economía y la sociedad trujillana, explica Carmen Fernández-Daza Alvear, prima de la presidenta de la Ubex, que conduce la expedición al interior de la iglesia de Santa María, donde Fernando Iwasaki, escritor peruano que presentará hoy a su compatriota en Almendralejo, descubre un cuadro de procedencia peruana colgado en un lateral de la iglesia.

Van sucediéndose otros apellidos: Orellana, Carvajal, Chaves ("como el Chavez venezolano, el monstruo", comenta Patricia Vargas Llosa), Bejarano... "No hay apellido que no tenga correspondencia en Perú", comenta el escritor. También los Añazcos... Se sonríe Vargas Llosa.

"Los Añaños", dice comparando la fonética de ambos apellidos. Y cuenta la historia de los Añaños. ¿Tendrán también descendientes trujillanos? Era una familia pobre que en los años de mayor azote del terrorismo de Sendero Luminoso en Perú, fabricó una gaseosa de cola para suministrar a las zonas donde estas bebidas no llegaban, a causa del peligro de atentados. En pocos años, los industriales extendieron su comercio y en décadas han creado un emporio con aquella cola que distribuyen hoy por América Latina. The Economist les atribuyó un beneficio de 400 millones de dólares, dice el escritor.

La expedición desemboca en la plaza Mayor, donde el novelista contempla, nuevamente complacido, el paisaje arquitectónico del lugar y visita el palacio de la Conquista, el hogar de los Pizarro y el cierre del recorrido vespertino por "sus" raíces extremeñas.