ALEMANIA: Lehmann; Friedrich, Mertesacker, Metzelder, Lahm; Bernd Schneider, Frings (Kehl, 85), Ballack, Schweinsteiger (Borowski, 72); Klose y Podolski (Neuville, 74).

SUECIA: Isaksson; Alexandersson, Melberg, Lucic, Edman; Lindenroth; Jonson (Wilhelmsson, 52), Kallstrom (Hansson, 39), Ljunberg; Larsson y Ibrahimovic (Allbaeck, 72).

GOLES: 1-0, min 4, Podolski. 2-0, min. 12, Podolski.

ARBITRO: Carlos Simon (Brasil). Amonestó con tarjeta amarilla al alemán Frings y a los suecos Jonsson, Allbaeck y expulsó a Lucic por acumulación de tarjetas.

En un plisplas, Alemania despidió a Suecia (2-0) y siguió tan feliz su camino, cada vez más parecida a la Alemania de siempre, no por juego, sino por ese espíritu que acuñó la leyenda de que el fútbol lo juegan 11 contra 11 y siempre ganan los alemanes. La selección de Klinsmann ha ido un poco más lejos. No es un tanque que gana por aplastamiento; es un equipo con estilo que juega bastante mejor que la mayoría de sus antepasados, que está aprendiendo a combinar ese punto de modernidad con una ambición desbocada: dispara a todo lo que se mueve.

Conforme avanza el Mundial, Alemania se siente más a gusto consigo misma, jugando como está en el patio de su casa, en medio de un creciente entusiasmo, y deshaciéndose de todo aquel que se le pone por delante. Las dudas previas han desaparecido y los alemanes empiezan a creer que puede repetirse la historia del 74. Ayer, en 12 minutos, liquidaron el pase a cuartos.

El triunfo llegó por un camino distinto al que tiende a tomar el equipo de Klinsmann, inclinado más a abrirse por las bandas

--Schneider estuvo muy apagado y Schweinsteiger se vino más al centro-- que al viejo juego directo, origen de los dos goles. Con dos delanteros como Klose y Podolski todo es posible. Da igual de dónde les llegue el balón; ellos siempre están en el sitio justo, sobre todo Klose, el delantero más firme del torneo.

Ayer, no marcó, pero los dos goles de Podolski fueron un regalo suyo. El primero sin querer, es cierto, porque el portero sueco rechazó su disparo, pero en el segundo, cuando Suecia entera se fue a por él, le coló el balón a Podolski. Para él, los goles; para Klose, el reconocimiento unánime como jugador del partido.

Pero esta pareja, que ya suma siete goles, no está sola. Ni mucho menos. Justo por detrás suyo tiene a alguien que, al fin, se ha decidido a corresponder a su fama. Michael Ballack, que a menudo parece menos de lo que podría ser, es el reflejo de Alemania. Cada partido, se gusta más. A Isaksson, el portero sueco, también podrían haberle dado el mismo premio que a Klose. Se lo ganó. Ballack le chutó desde todas partes, y como él algunos más --no hay muchos equipos con tantos pegadores--, pero Isaksson sacó una mano detrás de otra, y dos veces que no llegó él apareció el poste.

SUECIA, CON DIEZ Con ese marcador y en medio de tanta superioridad, a Suecia le dio por complicarse un poco más la vida, y se quedó con 10 casi a la media hora por una rigurosa doble tarjeta a Lucic. Si 11 contra 11 siempre ganan los alemanes, con uno más, no hay nada que hacer. Y mucho menos si los delanteros, Ibrahimovic --qué Mundial más triste el suyo-- y Larsson andan desconectados. Necesitaron 40 minutos para rematar a portería, y encima Lehmann, que fiel a la defensa que tiene delante no transmite mucha seguridad, se encontró con el balón.

Todo estaba más que decidido y, de repente, a Suecia le cayó del cielo la oportunidad de poder pelear por algo. Un discutible penalti a Larsson, una compensación por la expulsión, podría haber dado algo de emoción. Pero frente a frente con Lehmann, el portero del Arsenal que tuvo un fugaz papel en la final de París, el exazulgrana pareció un principiante y chutó a las nubes. Adiós. Se acabó.