Martín Fariñas Romero, el héroe del 10 de mayo del 92, ha cambiado. El entrenador que fue capaz de robar protagonismo en el éxito a los jugadores y al presidente en aquella histórica fecha, está jugando el papel contrario al que desempeñó en el ascenso.

Rehuye las entrevistas. Está en la sombra, pero su trabajo está siendo impagable (el club le está costando dinero, por cierto). Y ha jugado un papel vital en los últimos meses. Un tipo como él, con tendencia al nerviosismo, ha sido el que ha aplacado los ánimos en tiempos de crisis. Ha ejercido de bombero en el vestuario y fuera de él. Incluso, ha sido decisivo para que el presidente, José María Bermejo, y el entrenador, Manolo Hussein, hayan mantenido una relación de respeto mutuo, pese a que el caldo de cultivo para que las tensiones degeneraran estaba puesto.

GOLPE DE EFECTO

La vuelta del de Alcántara como director deportivo y responsable de los equipos de base fue un golpe de efecto muy hábil por parte de Bermejo. El presidente lo utilizó como gancho perfecto casi diez años después de que lo fulminara, en unas circunstancias extrañas. Por ambos se hizo borrón y cuenta nueva, gesto de agradecer para los tiempos que corren.

Martín es un tipo singular, al que le hubiera gustado tener más equipos de cantera. A él también los acontecimientos han estado a punto de superarle. Es un hombre de club que incluso ha sido políticamente correcto , cuando precisamente él se distingue por lo contrario. Quizá por ello, casi once años después, está ejerciendo de héroe ... anónimo.