Las piedras de la Finca Alfoces, término municipal de La Antigüedad, provincia de Palencia, pasarán a la historia del ciclismo. Un día se recordará que allí Lance Armstrong se rompió su primer hueso como corredor, en el año de su retorno, en una temporada que desde ayer, en la noble tierra de Castilla y León, ha quedado en entredicho. "Mi participación en el Giro es ahora muy complicada", fue la frase, con voz tristona, que el Boss del ciclismo pronunció mientras abandonaba el Hospital Clínico de Valladolid.

Terreno duro y seco. Así es la finca Alfoces. Hasta allí se llega por una carretera horrorosa, estrecha, bacheada y de firme rugoso, donde se circularía mejor con una bicicleta de montaña. Armstrong debió asustarse. Iba en cabeza del pelotón de la Vuelta a Castilla y León, primera etapa, solo quedaban 15 kilómetros para la meta de Baltanás, donde la escuela dio fiesta a los niños. Armstrong jamás llegó a Baltanás. Frenó en seco, acción prohibida en el diccionario ciclista, una invitación para bloquear la rueda delantera.

Por detrás suyo cayeron todos. El se llevó la peor parte. Se le acercó su director, Viatcheslav Ekimov, exgregario en la ronda francesa y campeón olímpico en Sídney. El Boss le espetó en inglés: "Me he roto la clavícula". El médico de la prueba, José Vicente Esteban, palpó la zona lesionada y no tuvo dudas. Ordenó la evacuación inmediata del siete veces vencedor del Tour.

Nunca antes sufrió una caída de tal magnitud. En los años de reinado en Francia, Armstrong solo se fue al suelo una vez y el corredor vasco, Aitor Osa, le sirvió de colchón. En el Dauphiné Libére del 2003 fue muy rápido en un descenso. Chapa y pintura, como dicen los corredores, rasguños y una infección en el brazo que propició que luego anduviera más torpe de lo habitual por el Tour. La victoria en la ronda francesa del centenario fue la que más le costó.

LOS REFLEJOS ¿Quizá Armstrong ha perdido los automatismos propios de un corredor profesional? Lo cierto es que ayer se asustó, razón por la cual tocó el freno a la desesperada. Lo vio perfectamente su antiguo vecino de Girona, Fred Rodríguez, estadounidense de origen hispano. Armstrong vivía en el entresuelo y Rodríguez en el primer piso. "Se cayó solo y los demás se fueron al suelo detrás de él". Todos se levantaron poco a poco; entre ellos Iñigo Cuesta, ayudante de Carlos Sastre en el Cérvelo, en la línea ya de los 40 años.