El presidente del COI, el belga Jaques Rogge, ha afirmado hoy en la ceremonia de apertura de la VII Conferencia Mundial sobre Deporte y Medio Ambiente que a Pekín se le acaba el tiempo para atajar una polución que podría dar al traste con el éxito de los Juegos. "A pesar de todos estos esfuerzos, el tiempo se puede estar agotando y las condiciones requeridas para la competición de los atletas en las disciplinas de resistencia podrían no ser del cien por cien en un día determinado", afirmó Rogge, citado por la agencia Xinhua.

Rogge fue más allá y señaló que algunas pruebas de especial dureza podrían llegar a ser reprogramadas a causa de la deficiente calidad del aire "para que así sea escrupulosamente respetada la salud de los atletas". El pesimismo de Rogge contrasta con la relativa tranquilidad que al respecto mostró hoy el presidente de la Comisión de Coordinación del COI, Hans Verbruggen, quien dijo que confía "plenamente en que el problema de la calidad del aire será adecuadamente gestionado por el BOCOG (Comité Organizador de Pekín 2008)".

Las palabras de Rogge suceden al informe del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP) presentado hoy, el cual asegura que el problema de la calidad del aire no será resuelto antes del inicio de los JJOO. "La calidad del aire sigue siendo una preocupación legítima para los organizadores olímpicos, los atletas y los observadores, y en general para todos los pequineses", dijo Erik Falt, director de Comunicaciones del UNEP, al presentar el documento.

El vicepresidente del BOCOG, Jiang Xiaouyu, por su parte, señaló que Pekín logró reducir las emisiones casi a la mitad en agosto aplicando medidas como prohibir la circulación a 1,3 millones de vehículos (casi la mitad del parque automovilístico de Pekín), medidas que podrían ser retomadas durante los Juegos.

Cuando quedan menos de diez meses para que se inauguren los JJOO, la contaminación que perennemente oscurece la ciudad es el principal quebradero de cabeza que tiene por delante la organización a pesar de los 12.300 millones de dólares que hasta ahora lleva invertidos Pekín para tratar de atajarlo.