"Hay mucha más gente que en el Cacereño". La afirmación, sin duda la que más se escucha entre los que allí se encuentran, es científicamente comprobable. La tribuna de la Ciudad Deportiva está muy nutrida de espectadores. Ahí está el Cáceres futbolístico , el que tradicionalmente ha visto cada domingo los partidos del histórico club, asolado ahora por una crisis de gigantescas proporciones.

Son las doce de la mañana, la niebla está a punto de desaparecer totalmente y juegan el Veracruz, que hace de local, y el Ciudad de Cáceres. Es un simple partido de Primera Regional, pero el trasfondo va mucho más allá. La curiosidad es máxima, especialmente por ver lo que haga el equipo visitante, el antiguo Las 300, club que ha sido asimilado por un grupo de aficionados al fútbol de la ciudad.

"Varios de nosotros hemos puesto mil euros para los gastos de la temporada", cuenta Domingo Barroso, de 48 años, presidente del nuevo club mientras ve el partido. "Desde que lo hemos cogido, hemos ganado todos los partidos". Tienen opción de subir a Preferente, junto al propio Veracruz, clásico de la cantera local, o incluso La Sagrada Cena, que juega en Valdesalor. La terna genera más expectación que el club que preside Félix Campo.

A trabajar

Barroso es la cabeza visible. Pero con él hay otros nueve directivos. El empresario cacereño, con distintos negocios en la capital y ¡en Salamanca! de donde es Félix Campo, niega que hayan desembarcado para poner dinero exclusivamente. "Aquí llegamos para currar, para generar dinero", advierte. Barroso tiene ocho acciones del Cacereño, pero está desencantado, y ahora sólo piensa en su proyecto, en el que idea, entre otras cosas, crear una escuela de fútbol.

"Viendo cómo estaba el Cacereño, habría que hacer algo, nos reunimos una serie de amigos y ahí estamos, luchando", añade el empresario. El Ciudad de Cáceres se ha reforzado con cinco nuevos futbolistas y no se descarta ascender y situarlo, cuanto antes, "en Segunda B mínimo". "Veíamos que podíamos adelantar un año y aquí estamos", resalta Barroso. La ilusión de este cacereño nacido en la Casa de la Madre le delata. Mientras habla, está claro que es feliz con lo poco que, de momento, se ha hecho. "¿Está bien, no?", pregunta cuando se le cuestiona por el nombre. No es el Cacereño ni tiene su historia, no, pero es que al Cacereño, se escucha en la tribuna de la Ciudad Deportiva, "no lo reconoce ni la madre que lo parió".