Cacereño - 0: René; Palero, Tomás, Carrizosa, Dani Gómez; Carlos, Juanín (min. 55, Manolo), Abel Segovia, Sergio (min. 46, Luismi); Onega (min. 68, Chapi) y Mauri.

Guadalajara - 2: Sanmiguel; Cerrudo, Jorge, Oinat (min. 70, Barral), Fernández, Soria, Hoya (min. 66, Cuesta), Aníbal (min. 60, Míchel), Nico, Iván Moreno; Juanjo Serrano.

Goles: 0-1-Min. 50: Hoya. 0-2-Min. 92: Míchel.

Arbitro: Perdigones Pacheco (Andaluz). Extraordinariamente tarjetero. Expulsó al local Palero por dos cartulinas (min. 49) y enseñó amarillas a los locales Dani Gómez, Carriozosa y Manolo y a los visitnates Cerrudo, Jorge, Oinat, Barral y Soria.

Incidencias: Alrededor de 2.000 espectadores en una tarde de intenso calor. El técnico local, Manolo, debutaba en casa.

El fútbol suele ser injusto bajo ciertos parámetros y coyunturas. Una jugada afortunada por aquí, otra por allá, un mal despeje, un rebote, una decisión del colegiado y tantas otras acciones falsean el resultado de manera inopinada, sin lógica aparente. Pero la derrota de ayer del Cacereño (0-2) no se puede explicar amparándose en esta teoría. El debut de Manolo en casa se saldó con varapalo merecido, iniciado sin duda en una equivocación arbitral, pero de ningún modo se podría asegurar que el primer traspiés en casa se pueda achacar al exceso de celo del árbitro.

El Cacereño falló a sus incondicionales donde más duele en este periodo en el que la prioridad del proyecto debe ser la generación de ilusión: en el espíritu. En la Segunda B, el alma no se puede dejar olvidada en casa. Y al cuadro verde se le debió quedar en Leganés, donde cuajó 90 minutos notables. Los informes que habían advertido al técnico visitante, Kike Liñero, sobre el buen partido de su rival en el inicio, así lo indicaban. Pero no. Ayer no.

Ni el sofocante calor, ni la entidad del rival, un equipo que llegaba desgastado tras una batalla copera de primer orden en Ceuta, son excusa cuando se trata de un debut en casa. Y es que el Cacereño no disparó una sola vez a puerta en todo el partido, una estadística tan desoladora como cruel para los locales.

Los alcarreños dominaron el balón a su antojo en el primer acto. Tampoco el lamentable césped del Príncipe Felipe ayudaba mucho, pero ni a unos ni a otros. La apuesta de Manolo por un mediocampo currante era casi obligada, ya que Lolo y Rocha tenían que ver el partido desde la grada, lesionados. Precisamente el estajanovismo del almendralejense y la fantasía del cacereño tampoco debían ser obstáculo para que, al menos, el conjunto ejerciera como tal en una tarde en la que estaban obligados a lucir las mejores galas, como buen estreno.

El Guadalajara tampoco amenazaba excesivamente ni generaba oportunidades, en parte gracias a lo mejor de la tarde --difícil-- que eran los centrales, especialmente un tremendo Tomás, bien secundado por Mario Carrizosa, otro tipo con oficio.

Pero de juego ofensivo, nada de nada. Se hizo el más infértil desierto. Ni amenaza de gol siquiera, pese al empeño de Onega y Mauri, dos futbolistas abnegados, pero cruzados ayer ante cualquier tipo de acierto.

LUISMI Calentaba Luismi en el minuto 30. Había aliciente, al menos. El fichaje más rutilante saldría en el comienzo del segundo acto para, teóricamente, hacer algo nuevo. Lo hizo y su calidad se hizo notar ya desde su primer toque, pero fue insuficiente.

Palero hizo su segunda falta en el minuto 4. Una faltita , que diría algún crítico. El árbitro, que se unió a la fiesta de la negación del fútbol --cada falta era inexorablemente una amarilla-- expulsó al lateral y el partido se transformó. En el saque, cabezazo de Hoya a gol (0-1).

En contra de cualquier pronóstico, el Cacereño hizo en adelante sus mejores minutos. Al menos, pujó por el balón. Con el canterano Manolo en el césped --otra buena noticia, al menos-- el equipo empujó con denuedo, pero sin pegada alguna. Con Chapi hubo algo más de profundidad y éste incluso lanzó un tiro, el único en 90 minutos, que ni siquiera fue a portería. El Guadalajara, a la contra, pudo matar el choque antes del 92, y el único arma real de los locales era que Luismi se asociara con alguien. No lo hizo. No pudo. No tuvo fuerzas. El Cacereño estaba deprimido... y derrotado.