Tenso. Manolo Hussein, entrenador del Cáceres, dirigió la sesión vespertina de ayer con cierta intranquilidad. Por primera vez en su etapa en Cáceres, un entrenamiento pudo ser presenciado por los aficionados. Contra su voluntad. El técnico estuvo, como es habitual, pendiente de las acciones de sus jugadores sobre el parquet, aunque ayer parecía incómodo porque cada uno de sus movimientos podía ser observado por los no más de diez aficionados que ocupaban el palco. A Hussein se le pudo ver intranquilo, mientras que los seguidores parecían complacientes por ocupar las butacas que habitualmente ocupan Bermejo o Saponi y sobre todo por contemplar cómo entrenan sus ídolos.

"Es una decisión que se ha tomado y que hay que aceptarla, pero desde luego a mí no me agrada demasiado", lamentó Hussein con rostro resignado.

Señaló que esta situación viola la privacidad que le corresponde. "Siempre he sido partidario de entrenar a puerta cerrada. Estoy desarrollando mi actividad en un entorno donde necesito tranquilidad", añadió.

Se supone que Hussein, que durante siete años entrenó sin seguidores alrededor en su etapa anterior en el Canarias, se sintió como si estuviera encerrado en la mismísima casa de Gran Hermano.

Su disconformidad chocaba frontalmente con la alegría de los aficionados que aparecieron por el pabellón. "Hemos recuperado una costumbre que perduraba desde que el equipo subió a la ACB. A nosotros nos gusta venir una vez por semana y ver a los jugadores, porque hay veces que entre partido y partido pasa mucho tiempo", argumentaban dos socios. La anécdota la marcó la aparición del exverdinegro Miguel Angel Reyes, que aseguró se encuentra en Cáceres por motivos de trabajo.