Ser el mejor. El número 1. Ese era el objetivo de Juan Carlos Ferrero y ayer lo vio cumplido al aparecer en el primero puesto de la clasificación mundial del circuito ATP con 4.250 puntos por delante de su verdugo en la final del Abierto de Estados Unidos, el estadounidense Andy Roddick (4.165 puntos).

Lo tenía en la cabeza desde hace mucho tiempo y lo valoraba más que conquistar un Grand Slam. Así lo confesó después de conseguir su primer Grand Slam en París, apenas hace tres meses. "Ganar Roland Garros es increíble y muy importante, pero ser número 1 sigue siendo mi gran objetivo esta temporada. Estoy cerca y se que puedo conseguirlo" dijo el pasado 8 de junio, sentada en la sala principal de prensa del torneo parisino, ante centenares de periodistas del mundo entero y junto a la Copa de los Mosqueteros, que le acreditaba como campeón.

DEFENSA COMPLICADA

Para Ferrero ser número 1 significa "ser el mejor del mundo y que te reconozcan como tal. Creo que eso es importante porque hay muy pocos que lo han conseguido". En España antes que él sólo lo había conseguido Carlos Moyá y Arantxa Sánchez en el circuito femenino. Ambos tuvieron un reinado muy efímero. El mallorquín aguantó 10 días en esa posición y la barcelonesa seis semanas. La misión de Ferrero es ahora superar el récord y ¿por qué no? acabar el año en esa posición. Si lo logra sería el primer español en lograrlo.

El objetivo no es fácil. En la clasificación anual de la Carrera de Campeones, que al final del año decide los ocho mejores que van al Masters y el número 1, el valenciano es ahora segundo a 93 puntos de Roddick (ver gráfico). Para rebasarle, Ferrero deberá buscar los puntos en las pistas indoor de los Masters Series de Madrid y París o en el Masters de Houston en el que ya se ha asegurado su clasificación por segundo año consecutivo. "Hemos luchado alcanzar el número 1 durante el verano y quizás ahora lo hemos conseguido demasiado tarde para defenderlo con éxito", admitía Antonio Martínez Cascales.

Pase lo que pase en los próximos meses a Ferrero ya nadie le quitará el gusto se sentirse en la cima del mundo y haber sido el 21 de una lista de privilegiados que han ocupado ese puesto, en algún momento, desde que se instauró la clasificación en 1973. "Me ha faltado rematar y ahora quizás estoy un poco triste, pero me siento muy orgulloso de ser el número 1", admitió tras perder la final del Abierto de Estados Unidos.

El camino para conseguir su propósito no ha sido fácil. Ferrero ha trabajado muy duro desde que hizo su presentación en sociedad en 1999 cuando ganó el primer torneo ATP en Mallorca. "Hoy ha nacido una estrella", dijo entonces Alex Corretja, el finalista que cayó ante aquel delgado jugador, imberbe, al que sus compañeros apodaban mosquito pero que ya tenía una velocidad de piernas endiablada y un golpe de derecha que asustaba.

No se equivocó el catalán. Desde entonces, en apenas cuatro años, la progresión del tenista ha sido imparable. Al año siguiente ganaba el punto que daba la primera Copa Davis a España al derrotar en el Palau Sant Jordi de Barcelona al australiano Lleyton Hewitt después de haber derrotado también a Patrick Rafter. Y, desde entonces, no ha parado de conseguir éxitos cada vez más importantes hasta encaramarse al número uno del mundo. Una clara obsesión que le ha obligado a mejorar tanto físicamente como técnicamente, especialmente con su juego de volea y su servicio en pista rápida que en Flushing Meadows ha sido muy efectivo. "Para ser el mejor hay que jugar bien en las pistas rápidas", sentencia el campeón.