"Tengo molestias y escozor en los ojos. No puedo prácticamente ni leer el periódico", manifiesta Emilio Vázquez, conductor del autobús del Jerez atacado a la salida de Zafra la noche del pasado domingo. Todo pasó muy rápido, reconoce: "Solo pude ver el impacto. Pensé que la luna delantera se me había caído encima. Sonó como una bomba, cerré instintivamente los ojos y tuve que frenar y acomodar el autobús a ciegas".

Reinó el desconcierto durante unos instantes. Emilio no sabía qué es lo que estaba ocurriendo. Acertó a escuchar el griterío ofuscado de la expedición templaria que, en esos agitados momentos, clamaba venganza por la afrenta recibida. A tientas, accionó el dispositivo de apertura de las puertas para dejar salir a los jugadores y cuerpo técnico, pero ya era demasiado tarde. Todo había sucedido muy raudo. La oscuridad fue el mejor escudo de los agresores. "Fue una encerrona. Nada fue espontáneo, estaba todo preparado. El ataque venía premeditado desde el campo", se apresura a afirmar.

Una afirmación tan arriesgada es apoyada argumentalmente por Emilio Vázquez al recapitular sobre determinados detalles que había observado durante el transcurso del encuentro entre el Díter y el Jerez. Tras el incidente ha atado una serie de cabos, a los que no dio excesiva importancia en su momento, pero que ahora le empujan a concluir que "los que han cometido esta tropelía son gente que va al campo del Díter todos los domingos".

Un grupo de chicos rodeando y observando con detenimiento el autobús durante el partido, un coche parado en medio de la calle que arrancó con celeridad cuando la expedición verdinegra salía del recinto deportivo, una pintada ofensiva contra la ciudad de Jerez y sus habitantes justo en el lugar del apedreamiento, son algunos de los detalles que para Emilio Vázquez ahora son certezas o, al menos, indicios.

Jóvenes desconocidos

El parte de la Guardia Civil de Zafra habla de un "grupo de jóvenes desconocidos", pese a que ninguno de los atacados tuvo tiempo de ver nada, ni precisar el número de atacantes, ni la edad de los mismos. Ello indica que las fuerzas de seguridad pueden andar sobre la pista y tener fundadas sospechas sobre los culpables.

Mientras se produce alguna detención, el conductor y propietario de Autobuses Vázquez aboga por "buscar a los culpables" y reclamarles los desperfectos ocasionados que, según la empresa, ascienden a 5.000 euros. "No basta con expulsarles de la entidad en caso de que sean socios del Díter, sino que habría que obligarles a pagar el daño causado. Como se pongan de moda este tipo de actos, no vamos a poder ir a ningún sitio".

Finalmente, Vázquez hace una reflexión: "Si la piedra le da a un jugador, la Federación se hubiera hecho cargo, pero si me da a mí ¿quién lo hace? Yo arriesgo mi propiedad y mi físico".