Nueva York es, para muchos, la mejor ciudad del mundo, el sitio ideal donde vivir, la capital del universo. Pero también tiene un lado cruel, impío: la exigencia es máxima en todos los aspectos, entre los que se encuentra, evidente, el deporte profesional. Esto último lo está viviendo en las últimas semanas un extremeño: José Manuel Calderón.

Difícil es discutir que el base de los New York Knicks es el mejor deportista que ha dado Extremadura en su historia. Pero ahora --dejando a un lado las lesiones que le han atormentado en algún momento de su vida profesional-- vive el que reconoce como su peor momento. La derrota del martes por 87-107 ante los Dallas Mavericks --precisamente el equipo del que llegó procedente el pasado verano-- le hizo escribir el tuit que nunca deseó: "uno de los peores días y peor sensación de toda mi carrera".

Calde , al igual que la mayor parte de sus compañeros, lo está haciendo muy mal. Incapaz de adaptarse al sistema de triangulo ofensivo impuesto por el presidente de los Knicks, Phil Jackson, al entrenador, su expupilo Derek Fisher, han ido enlazando desastre tras desastre y la temporada empieza a darse por perdida cuando todavía quedan cuatro meses de liga regular en la NBA.

El inicio del 2015 puede ser un infierno en el Madison Square Garden. Solamente una gran reacción permitiría meterse en los playoffs , ya que el balance de cinco victorias y 22 derrotas no resulta nada halagüeño.

El jugador de Villanueva de la Serena, que había llegado en medio de los elogios de la prensa neoyorquina, que le veía como el director de juego fiable que le ha faltado a los Knicks estos últimos años, está firmando los peores números desde que llegó a la liga hace ocho años: 8,2 puntos (solo hizo menos, 5,5, en su temporada de rookie ) y, lo que es más llamativo, 4,1 asistencias. Al menos mantiene un porcentaje bastante aceptable desde la línea de tres puntos (42,7%).

"La única duda respecto a los Knicks es cómo perderán", escribió ayer el New York Times , criticando abiertamente el traspaso que llevó a Calderón al Madison y a Tyson Chandler a Dallas. La Gran Manzana no perdona, pero que nadie dé nunca por acabado a un extremeño.