Marisa Sáez, la madre de Pau Gasol, caminaba ayer cámara en mano por los túneles de vestuarios del Amway Arena, en Orlando, sin despegarse con la vista de su hijo mayor, que salía de una sala y entraba en otra, atendiendo a los medios, cumpliendo con el protocolo, haciéndose las fotografías oficiales del trofeo, en las que ocupa un lugar especial junto a Phil Jackson, Kobe Bryant y Lamar Odom.

"¿No tenéis bastante?", requería protectora, sin darse cuenta de que ella misma había sido de las primeras en entrar en el vestuario de los Lakers en cuanto se abrieron las puertas, junto a las cámaras de televisión, entre una avalancha humana, para subirse en una tarima y, desde allí, dos palmos por encima del resto de las cabezas, recoger las primeras imágenes de una celebración histórica.

Marc, ausente

A unos pasos de distancia, su marido, Agustí Gasol, y Adrià, de 15 años, su hijo pequeño, seguían sus evoluciones. Ambos intentaban escapar a la locura en la que se convirtió el vestuario y que luego se extendió a una cena con los familiares en el hotel, a las afueras de Orlando. "Sabía que lo conseguiría", repetía Adrià, que se ha estirado ya hasta los dos metros y empieza a soltarse en el baloncesto. A esa fiesta solo faltó Marc, de vacaciones en Menorca, después de la temporada de su debut con excelentes resultados en los Grizzlies.

"Poco a poco todos van encauzando su vida, que es lo más importante", apunta con tono paternal Agustí para reconocer que el de ayer fue un día de mucha tensión en la grada. El, discretamente, esperó pegado a la pared del túnel de vestuarios a que Pau pasara antes del inicio del encuentro para darle un abrazo y desearle suerte. "Tanto Marisa como yo hemos pasado muchos nervios a nuestra manera", admitió después.

Agustí siempre ha intentado poner el punto de cordura en el torbellino informativo que se ha convertido la carrera de su hijo desde que el 27 de junio del 2001 fue elegido en el número tres del draft.

Desde aquel día, en Nueva York, la familia Gasol ha permanecido unida en los momentos importantes. Marisa dejó su trabajo como médico, Agustí, el suyo como ATS, y Marc y Adrià tuvieron que adaptarse a una escuela americana, para que Pau cumpliera su sueño. "Esas son las pequeñas cosas que quedan dentro, y que hemos intentado negociar lo mejor que hemos sabido", reconoce el padre de la gran estrella española.

Pero ni siquiera Agustí, que suele tener mucha flema, parecía ayer preparado para la avalancha de sensaciones que supone tener un hijo campeón de la NBA. "Me imagino que habrá que digerirlo poco a poco porque ahora mismo son muchas sensaciones muy distintas, muy extrañas, que uno no está muy acostumbrado a vivir", reconoció el progenitor de la familia Gasol. "En estos momentos, me acuerdo de muchas personas, de los que no están, y también de gente que no está aquí, pero que me gustaría, como mi hijo Marc", recordó Agustí.