Juan Sanguino era apenas un niño de 12 años cuando el equipo de su ciudad, Cáceres, subió a la Liga ACB, batiendo en el playoff decisivo al entonces club representativo de Palma de Mallorca, el Prohaci. Han ocurrido miles de cosas en estos 18 años, pero algo tuvo que quedar de aquello en el ADN del ahora jugador del Cáceres 2016 porque cada vez que va con su equipo a la isla balear, se sale. Y el domingo vuelve a darse esa circunstancia. Su equipo le necesita para romper una racha de resultados abultados lejos de casa.

Llega el partido ante el Basquet Mallorca en un momento especialmente dulce para el pívot extremeño, reducido a un papel ultrasecundario durante buena parte de la temporada pero que ahora está aprovechando las oportunidades que le ha brindado la marcha de Diego Guaita. Se está distinguiendo por salir unos minutos concretos en el segundo cuarto, clavar tres o cuatro suspensiones y marcharse con el partido decidido al banquillo.

Tremendos precedentes

Ocurrió ante el ViveMenorca hace dos semanas (8 puntos en 13 minutos, 2/2 en triples) y el pasado domingo frente al León (13 puntos en 12 minutos, 6/8 en tiros de campo, además de 5 rebotes, una faceta en la que suele pedírsele más).

Sanguino parece motivarse especialmente cuando juega en Mallorca con el Cáceres 2016. O al menos eso dicen las estadísticas. Hace dos años, en el partido en la cancha del Basquet Muro en LEB Plata, se fue hasta los 20 puntos y 14 rebotes con una serie de 10 aciertos de 20 intentos, lo que se tradujo en una victoria por 90-94. Y la temporada pasada, ya en LEB Oro y ya contra el Basquet Mallorca, volvió a conseguir su mejor anotación del año con 20 puntos, esta vez acompañados de 5 rebotes y un impresionante 4/4 en triples. También hubo triunfo visitante, esta vez más amplio (73-86). Curiosamente, ambos encuentros se disputaron en marzo.

Seguramente Xavi Sastre, entrenador balear que le sufrió en sus carnes en ambas ocasiones, le esté dejando claro a sus jugadores durante esta semana que al hombre de la máscara --la que luce esta temporada para proteger su maltrecha nariz-- no hay que dejarle tirar cómodamente, por mucho que parezca inofensivo cuando agarra el balón a cinco o seis metros y mira al aro.