La victoria más esperada de Dani Pedrosa desató el caos más inesperado. Fue tal la alegría del vencedor, la euforia desatada en un equipo que llevaba más de un año a pan y cuchillo, tal el descontrol de sus gentes, que todos se olvidaron de decirle al ganador, al tricampeón, que tenía que acudir, "¡de inmediato!", gritó un hombretón totalmente vestido de negro, al control antidopaje.

Pedrosa iba de un micrófono a otro, de una televisión a otra, pero el hombretón no le quitaba ojo. Hasta que Alberto Puig entró en la sala de prensa como elefante en una cacharrería tras prometerle al grandote que le llevaba a Pedrosa cogido por la oreja. "Se lo prometo, en dos segundos lo tiene aquí". Y, sí, Puig lo arrancó de las garras de todos los bolígrafos, cámaras y grabadoras y se lo llevó a la clínica. A Pedrosa le costó hacer pipí, pero regresó. Feliz, sonriente, contento.

Pudo pensarse entonces que todo lo que le acababa de ocurrir a Pedrosa sonaba a nuevo, a extraño, casi a algo increíble. Eso, increíble. Y, sí, oyéndole hablar parecía que, en efecto, el muchacho, pese a haber ganado ya 25 veces antes, sumar 54 podios (es decir, más de la mitad de las carreras que ha corrido en el Mundial) y acumular ya tres títulos mundiales, Pedrosa se había comprado una nube. Y así lo reconoció.

"Todos los que me rodean confiaban en mí y juntos hemos podido salir del bache" explicó sabiendo que la primera pregunta iba dirigida a saber qué sentía tras superar la crisis más larga de su vida. Dos cosas dejó claras, transparentes, nada más enfrentarse a la prensa: esta victoria no tiene nada que ver con su renovación, este triunfo no significa que la Honda ya sea la que él quiere y, por favor, que no se hable del Mundial, del título. Stoner está aún muy lejos, a 52 puntos, más de dos victorias.

Así que Pedrosa prefirió hablar de las sensaciones que le produjo la carrera. "Stoner había estado impresionante en los entrenamientos, muy, muy rápido, así que pensé que podía escaparse. Decidí salir veloz e imprimir el ritmo más fuerte que pudiera. ¿Por qué? Porque en las últimas carreras mi punto flaco han sido las últimas vueltas así que, cuanta más ventaja tuviese, más posibilidades tenía de sobrevivir, de ganar la carrera".

Desacostumbrado

Y fue entonces cuando Pedrosa reconoció haber vivido una situación extraña. Llevaba tanto tiempo, tanto, sin mandar en una carrera, sin liderar el pelotón, que parecía algo nuevo para él. "Cuando, en la tercera vuelta, me vi líder y con cierta ventaja sobre Stoner, sí, cierto, solo eran un par de segundos, ¡pero me parecieron un mundo!, no me podía creer lo que me estaba sucediendo: ¡yo, líder!". Y decidió disfrutar de su ventaja. Y se animó. Y abrió hueco. Tanto que su victoria se convirtió en el mayor de los récords. El hombre grandote también acabó felicitándole.