Pedro Díaz Lobato, un modesto corredor madrileño de 30 años que milita en el Paternina-Costa de Almería, tuvo el honor de dedicar la victoria a sus padres en vivo y en directo en la decimoctava etapa de la Vuelta, que se disputó sin novedades en la general con salida y llegada en Las Rozas, después de cubrir 143 kilómetros.

Díaz Lobato alcanzó el principal éxito de su carrera con el mismo sistema que utilizó el escocés Millar un día antes en Córdoba, esto es, saltando de un grupo de cinco escapados a 20 kilómetros de meta y cubriendo la última distancia como si se tratase de una contrarreloj.

Nadie pudo con el llamado Guau en su galopada solitaria en busca de la gloria. Fue valiente y una vez más decidido a la hora de arriesgar. Lobato es de los habituales en las escapadas, pero nunca tuvo la suerte que buscaba con tanto ahínco. El día más feliz llegó en casa, donde alzó los brazos con un tiempo de 3h.07.47, firmando una jornada voladora en la que se rodó a 45,947 kms/hora.

NO TAN MODESTO

"Soy modesto por aquello de militar en un equipo pequeño, pero ya tenía dos victorias de profesional. Me faltan los medios de que disponen los equipos grandes para hacer más cosas, pero lo de modesto... sólo hasta cierto punto", dijo Díaz Lobato, quien reconoció una ficha de 4,5 millones de las antiguas pesetas, el mínimo de un corredor profesional.

Mientras el discípulo de Miguel Moreno celebraba su hazaña, un grupo de antiguos compañeros de fuga con Tino Zaballa, José Luis Arrieta, Chente García, Iñaki Isasi y el estadounidense Schweda entraba a 44 segundos; un grupo con Zabel y Petacchi lo hacía a 58 segundos y el del líder Nozal a 1.02.