El Morredero es algo así como un tesoro que está escondido allí, en lo alto de Ponferrada, y que espera abrir el cofre de su dureza a los corredores de la Vuelta. Ocurrirá hoy en El Bierzo, la comarca leonesa enamorada de la montaña. Hoy, Thor Hushovd, el velocista noruego que un día dijo sentirse catalán por entrenar en el Empordá (ahora vive en Suiza), poco tendrá que hacer. De hecho, ayer pudo ganar uno de los últimos esprints de una ronda española diseñada para resaltar el carácter de los escaladores.

Una vez se ascendió el Morredero. Ocurrió en 1997. Todavía algunos veteranos recuerdan cómo Manolo Saiz, a quien no se le espera en la Vuelta, colocó en las bicicletas de sus corredores piñones tan grandes con los que apenas podían dar pedaladas. Fueron consumiendo energías, mientras otros se crecían. Hoy quiere crecer Danilo di Luca, el líder, aunque vaya diciendo que ha acudido a la ronda española para preparar el Mundial. Pero, sobre todo, Alejandro Valverde y Carlos Sastre querrán dar un toque de señorío en la segunda cita importante de la carrera, a través de un puerto leonés de 18 kilómetros y con porcentajes del 12% que puede marcar diferencias importantes en la general.

LA RUTA DE LA PLATA Ayer, en cambio, la Vuelta se movió entre campos de cereales, a través de la Ruta de la Plata, una vía que comunicaba desde tiempos ancestrales la península ibérica de sur a norte por la parte oeste de la misma, contemplando un paisaje de casas de adobe y de redondos y típicos palomares donde se cría el pichón.

El pelotón que perseguía al francés Mathieu Claude fue animado por un público colorista, con banderas españolas, gallegas y chicos con la camiseta del Madrid. En el Tour la gente se desplaza a la campiña. En Zamora y León, las señoras sacan las sillas y buscan la sombra para hablar de sus cosas antes de aplaudir a los ciclistas. La Vuelta sirve para romper la monotonía en pueblos hermosos como Villarín de Campos, Villalpando, Castroverde, Gigoso de los Oteros o Villanueva de las Manzanas.