Joan Llaneras, adelantado en la inagotable cantera mallorquina de los pistards, acertó cuando a mitad de los 90 decidió dar un giro a su carrera. En la carretera sólo era un genio escondido al que le esperaba la pista para triunfar y convertirse en el otro gran pentacampeón del ciclismo español contemporáneo, algo así como el Miguel Induráin de los velódromos: cinco veces ha sido campeón del mundo, al margen de sus éxitos olímpicos.

La medalla de Llaneras reafirmó el optimismo de Jaume Mas, que lleva días anunciando una excelente cosecha en el velódromo: "Mañana (por hoy) tenemos otras dos posibilidades más de subir al podio tanto en la especialidad de keiring como en la de americana. La gente se reía de mí cuando lo decía. Se lo tomaban a broma. Pero estos resultados no llegan por casualidad", apuntó Mas. "Son el resultado de todo el trabajo que hemos hecho durante estos últimos meses".

Quizá por el tono de Mas, sorprendió más la revindicación de Llaneras, aunque ésta no es nueva. Lleva tiempo, incluso años, diciendo que se siente maltratado. "Lo mejor ahora es dejarlo tranquilo para que siga compitiendo", dijo ayer Mas. Y así puede seguir este auténtico especialista del éxito deportivo.