La innegable necesidad de puntería en el FC Barcelona queda patente una vez más esta temporada. Los hombres de Guardiola realizan un partido casi impoluto, aunque adquiere un tono grisáceo por la carencia goleadora del equipo. Y es que los catalanes parecen ser la excepción que confirma cualquier regla. Esta en concreto es que cuando se juega como lo hacen ellos, como una inusitada armonía y perfección futbolística, lo normal siempre es vapulear vilmente al rival. Por el contrario, cuando el juego no acompaña, resulta más complicado darse un festín goleador. Que esto sea lo más habitual, tampoco significa que ocurra siempre, pero lo cierto es que el Barça se ha sumergido en una peligrosísima dinámica en lo que concierne al gol, algo inédito en las últimas temporadas gloriosas de los azulgrana.

Muy relacionada a esta nefasta puntería está la desidia, con la que se visten los cracks culés después de tantas ocasiones claras fallidas, casi tantas como jugadas de ataque de la escuadra barcelonista. Y, junto a esta desidia, al siete de España y del Barça se le junta la ansiedad, tremenda mezcla… Así es, Villa está ansioso, y aunque intenta transmitir serenidad, lo cierto es que si al positivo hambre goleador le restamos la negativa ansiedad, el resultado no es nada alentador.

Hasta aquí los defectos del todavía mejor equipo del mundo, porque también el dominio arrollador y el buen estado de forma de los jugadores del FC Barcelona son dignos de reseñar en este choque europeo. Las bandas que custodian Alves y Abidal siguen siendo un terrible dolor de cabeza para cualquier contrincante, pero cabe destacar por encima de estos dos el sobresaliente resultado del experimento de Guardiola con Maxwell y Mascherano en el centro del campo. Asimismo, las virguerías de un Iniesta en un línea y el importante protagonismo de Messi en este partido con su golazo en la primera parte hacen pensar que nada ha cambiado, que la actual situación solamente es una pequeña mala racha de sequía goleadora que siempre aparece en algún momento pero que si las cosas se hacen bien, pasa inadvertida, como una pequeña gripe invernal. Del mismo modo, Pinto no desentonó como sustituto de Valdés, no tuvo que intervenir mucho, pero cuando lo tuvo que hacer, respondió a la altura del equipo.

Por su parte, Guardiola empezó a preocuparse al ver que sus jugadores eran incapaces de salir del atolladero en el que se habían metido y que los daneses se veían capaces de conseguir algo, por lo que entraron Xavi y Pedro para airear el cargado ambiente del césped del Camp Nou, y aportaron una evidente frescura obligando a sus compañeros a abandonar la citada desidia. Al final volvió a marcar Messi, no fue un golazo de videoteca como el primero, pero quizá sí calmó la angustia de la grada culé por el irrisorio resultado.

Estaría muy bien que este partido sirviera como punto de inflexión de la paupérrima racha goleadora azulgrana, porque contra equipos de la talla del Copenhague, sin desmerecerlo, el Barça se puede permitir la torpeza en los últimos metros (de 50 oportunidades manifiestas de gol siempre marcará alguno), pero, ¿qué pasará cuando se enfrente a equipos de estatus mayor…?