«El fútbol es un juego al que se juega con el cerebro», decía Johan Cruyff. En el nuevo fútbol le llevó la contraria Paco Jémez. «El día que repartieron cerebro me tocó poco, pero cuando repartieron huevos me tocaron los más gordos», espeto el actual técnico de Las Palmas. A todo lo que se haga hay que ponerle corazón, y eso es lo que hace Kike Pina en cada partido.

Enrique Pina Caballero ha roto la barrera que delimita ser uno más o ser ídolo del Romano. Su gol en Lucena sigue reproduciéndose en la mente de la afición pecholata cada día. Cada vez parece más bonito y más épico. Irreal por momentos. «Me cuesta asimilarlo, porque fue un momento inolvidable, pero poquito a poco hay que volver al a realidad porque el domingo tenemos una final y hay que salir a matar», confiesa el lateral.

Kike Pina, con 21 años, decidió tomar la responsabilidad de gastar la última bala del Mérida para soñar con seguir en la categoría de bronce. Los tiene bien puestos. «O le pegaba Iván Aguilar o yo, y se la pedí. Al ver que no había portero le comenté a Iván si quería lanzar él. Me dijo que no tenía problema en chutar, pero que era mejor para un zurdo. Y menos mal que el balón entró», resume aliviado.

Quizás no tiene la elegancia de Iniesta con la pelota, pero tiene la intensidad de Carles Puyol. Y bien puestos, también. «Soy un tipo de jugador que a donde no me llega la calidad me llegan los huevos. Es uno de mis puntos fuertes y tengo que explotarlos. Creo que el fútbol es 80 por ciento huevos y un 20 por ciento de calidad».

Y con calidad y lo otro, la mezcla es brutal. Llevó a la locura a la afición pecholata. «En ese momento se congeló todo y no era consciente ni del minuto ni del momento que era, solo pensaba en que la pelota entrase y creo que fue uno de los motivos por los que marqué el gol», rememora.

Rival y afición

Tras el sufrimiento de Lucena espera el Coruxo en el playout para mantener la categoría. Todavía queda para llegar a la orilla, pero al menos el Mérida sigue respirando. «Llegamos al domingo con muchas ganas después de lo vivido ante el Córdoba B y esperamos sacar un buen resultado para la vuelta en Vigo».

El domingo a las 19.00 horas el Romano debe ser una caldera. Así lo desea el salvador Kike Pina. «La afición debe estar cómo siempre. El estadio se tiene que llenar y llevar al equipo en volandas. Es un partido a vida o muerte, no hay equipo favorito. Hay que dejarse la piel e intentar ganar», apunta.

Tras soñar toca trabajar. El Mérida se reincorporó a los entrenamientos ayer. Sin fiesta, porque aún no se ha logrado nada. «El míster nos dio dos días de descanso, pero no hubo fiesta porque todavía no ha acabado la cosa. Han servido más bien para descansar. Aún tenemos dos partidos importantes».