Extremadura: Toni; Garmendia, Roberto, Fabios, Aláin; José Ignacio, Amaro; Aitor Santos (Zamora, M. 86), David Carmona (Ortiz, M. 64), Samir (Luis Valladar, M. 46) y Asen.

Conquense: Raúl Iglesias; Cuenca, Antonio, Metola (Soria, M. 77), Galiano; Mata (Rico, M. 55), Juanjo; Lolo, Butra (Morales, M. 64), Aiert y Futre.

Gol: 1-0 M. 12: Asen.

Arbitro: Jesús M. Santana Ponce (Andaluz). Incalificable de nuevo. No tiene la culpa él, la tiene quien aún permite que siga pitando (-). Expulsó por doble tarjeta a José Ignacio (19´ y 55´) y amonestó a Samir (40´), Asen (52´), Roberto (54´), Valladar (71´), Aitor Santos (84)/, Galiano (12´), Juanjo (12´), al banquillo visitante (14´), Metola (62´), Lolo (67´) y Morales (93´).

Incidencias: Unos 2.000 espectadores en el Francisco de la Hera. Terrenos muy mojado.

Aunque llueve sobre mojado, nunca mejor dicho tras los prolegómenos y el epílogo de ayer, lo de Jesús Martín Santana Ponce tiene difícil explicación. Se trata de un árbitro onubense que cuenta con una estadística escasamente gratificante en su andadura, larga vistos sus méritos, por la Segunda B. La mayoría de sus comparecencias terminan con escándalosos arbitrajes que acaban por no dejar contentos ni a los de casa, ni a los de fuera, ni a los que ganan, ni a los que pierden, ni a los que empatan... Es para verlo y analizarlo fríamente. O no. A lo peor él no tiene la culpa y sí quienes permiten que siga saltando a un terreno de juego. Pero estas son la federación y el comité de árbitros que tenemos y sus artes.

Santana Ponce, que ayer no llegó en taxi al Francisco de la Hera desde el puesto de la Cruz Roja como en la última ocasión, terminó por desquiciar a todo el mundo. Locales, visitantes, técnicos, público, periodistas...

Sólo en la jugada que decidió el partido (m. 12) unos le reclaman falta o manos previas al remate del gol mientras otros le pedían un clamoroso penalti. Al final, la falta sacada por Santi Amaro, protestada por los visitantes, llevó al balón a la red tras un remate, pareció de David Carmona pero Ortuondo apuntó en sala de prensa a Asen mientras Roberto lo reivindicaba para él, en un cúmulo de despropósitos que terminó por resucitar al peor Santana Ponce. Y es que parecía entonado tras un inicio que fue más que nada un espejismo.

Amonestó a los capitanes de ambos equipos cuando se dirigieron mínimamente a él para intentar saber qué diablos estaba pitando. A José Ignacio lo expulsó, y dejó al Extremadura en inferioridad desde el minuto 55, por dos acciones imposibles. Trece amonestaciones, una tarjeta roja... Un penalti mayestático sobre Asen (m. 52) lo convirtió en una amarilla para el madrileño... Antes, a Aitor Santos le clavaron un codo en la cara, también dentro del área (m. 40), y el árbitro se limitó a esbozar una leve sonrisa, que hay que pensar que no sería de burla añadida hacia el medio.

SIN PARTIDO Es triste, y escasamente gratificante y hasta conveniente, dedicar una crónica de un partido a la labor de un trencilla . Pero situaciones como estas deber de terminar de una vez. No es la primera vez que Santana Ponce se carga un encuentro. Y el aficionado paga para ver otra cosa y el fútbol no puede ser eso.

Ni siquiera la victoria del Extremadura mitigó la indignación de la grada con el trencilla cuando pitó el final. El, erguido y autosuficiente, pareció irse con la satisfacción del deber cumplido.

Otra cosa es que el Extremadura terminase sumando tres valiosos puntos, aunque pagando el precio de perder para el derbi ante el Díter a José Ignacio, Samir y Roberto, porque enfrente apenas tuvo rival. Los azulgranas volvieron a ganar en casa porque el Conquense es un bloque demasiado limitado que evidencia porqué está donde está en la clasificación a pesar de su pasado reciente. Cualquier otro equipo de medio pelo en el balance defensivo-ofensivo habría sacado petróleo de las vicisitudes de los de Ortuondo en la tarde de ayer. Entre otras cosas sin importancia, porque los locales no fueron nada del otro jueves ni antes, ni durante, ni después del festival Santana Ponce. Volvió a ganar el Extremadura, sí; pero los árboles no pueden impedir ver el bosque y aguarda un Díter desesperado que no dará tantas facilidades.