Ángel Cuéllar (Villafranca de los Barros, 13-9-1972) está en el reducido grupo de futbolistas extremeños que ha sido internacional (en dos ocasiones) y que ha vestido la camiseta del Barcelona (1995-1997), aunque apenas pudo jugar a las órdenes de Johan Cruyff y Bobby Robson por culpa de las lesiones. Ahora intenta sacar adelante su carrera de entrenador y mira de reojo a su tierra natal.

-Cuéntenos. ¿Qué ha sido de usted tras retirarse, aparte de jugar al pádel?

-Empecé mi carrera como entrenador, primero en el fútbol base con la federación gallega y después en el Paiosaco, al que ascendí a Regional Preferente después de 25 años. En los dos últimos años he dirigido al Cerceda, hasta el pasado mes de febrero. El equipo acabó jugando la fase de ascenso a Segunda División B contra el Jerez.

-¿Cómo se siente en esa faceta de los banquillos?

-Es una extensión más de lo que hice anteriormente. Me gusta el fútbol, el juego en sí. Estoy contento con ello.

-Pero llegar arriba en esa profesión cuesta…

-Yo lo que pienso es que nada que merezca la pena es fácil. Todo en mi vida han sido retos y motivaciones, ir a por ello. Es cierto que, como en cualquier ámbito, a veces se necesita a alguien que te ayude a moverte, pero al final el trabajo y el merecimiento pueden salir a la luz. Hay que insistir.

-¿Se considera una persona con suerte?

-No creo mucho en la suerte. Lo que soy es una persona insistente, perseverante, intuitiva… Al final la suerte es relativa. Hay que buscarla. En la vida me ha ido bien. Tengo salud, unos hijos y una pareja fantástica… Tengo ilusiones y motivaciones, sueños... Si a eso se le llama tener suerte, la tengo.

-Pero se lesionó de gravedad cuando le fichó el Barcelona…

-No tengo motivos para ser negativo. Mi carrera deportiva podía haber sido mejor, pero también peor. Desde la distancia, veo gente muy preparada, muy talentosa, que no ha conseguido ni siquiera jugar en Segunda División B o en Segunda. Yo me he dedicado a lo que me gusta durante quince años y siempre veo el vaso medio lleno.

-Usted y Ernesto Valverde son de los escasos extremeños que han jugado en el Barça en toda su historia. Ahora él vuelve como entrenador. ¿Cómo lo ve?

-Debe ser muy especial entrenar a uno de los tres o cuatro clubs más grandes del mundo. Son pocos lo que pueden conseguirlo. Él es un entrenador que se ha formado y que lo ha peleado. Ha tenido un proceso que le ha llevado ahí. Ahora vamos a ver dónde le lleva ese camino.

-¿Defiende el producto nacional en los banquillos?

-Al final los que tienen que estar en los puestos son gente capacitada, da igual de dónde sean. Entiendo que haya gente que prefiera ver a españoles, pero a mí me parece que es una mentalidad un poco antigua.

-¿Qué va a hacer usted la próxima temporada?

-Vendrán otros proyectos. Estoy radicado en La Coruña, pero iré donde haya un equipo que nos ilusione.

-¿Sigue lo que sucede en el fútbol extremeño?

-Sí, claro. El Extremadura ha hecho un trabajo fantástico con mi amigo Juan Sabas, salvando al equipo en las últimas jornadas con una racha estupenda. Me alegro mucho por él. Al Badajoz le vi contra el Bergantiños y está en la última eliminatoria, pendiente de si sube en el emparejamiento contra el Calahorra. También acudí a Riazor a ver al Cacereño contra el Deportivo B en su partido de vuelta.

-¿Estaría dispuesto a volver a su tierra natal?

-Claro, siempre que sea un proyecto productivo que nos ilusione, como he dicho.