Nunca ha sido buena idea, e incluso se podría considerar como una ocurrencia nefasta, la mezcla entre deporte y política. Hay innumerables ejemplos que lo demuestran empíricamente y que no vienen al caso citar alguno porque resultaría hasta una empresa aburrida. Solamente, y por pura actualidad, recordaré el caso del Barcelona y toda la polémica que se ha creado alrededor, que ha hecho que muchos simpatizantes hayan dado la espalda, muy a su pesar, al que sin duda es uno de los clubs más importantes del mundo.

En Extremadura, nuestro particular ‘procés’ es el de las comunicaciones. Y ahí vamos perdiendo por una goleada yo diría que escandalosa. Al 99’9 por ciento de nosotros nos repugna el olvido al que hemos sido sometidos desde el principio de los tiempos en ésta y en otras materias, pero ésta parece más sensible y necesaria. Y es que el asunto del antediluviano tren que nos ¿transporta? ha alcanzado límites cercanos a lo vergonzoso.

Decía que no quería mezclar política y deporte, tampoco en este caso, porque el movimiento social que está originándose alrededor de este eterno problema debe reconfortarnos a todos y no ir más allá. Esperemos que el día 18 de noviembre, en Madrid, se pueda clamar ante tan repetida injusticia. En el deporte tenemos que saludar casi con euforia los distintos gestos que se han sucedido en la reivindicación, porque es evidente también que el dicho: ‘el que no llora no mama’ debe ser auto de fe.

En el Cáceres de basket, en el Mérida y el Santa Teresa de fútbol, en la federación extremeña de este deporte llamando a la paralización ese día 18 de todas las competiciones… todo por la causa de un tren digno. Que sí, que los goles y las canastas se pueden meter de muchas maneras. Y necesitamos un gol por la escuadra y un triplazo ese día.