La UEFA no reacciona. Sólo amenaza. Prefiere mirar hacia otro lado antes que enfrentarse a la Federación Inglesa de Fútbol y al gobierno de Tony Blair. Por eso sigue sin plantearse la expulsión de Inglaterra de la Eurocopa pese a que sus seguidores más radicales convierten cada noche la localidad de Albufeira, en el sur de Portugal, en un campo de batalla. La región del Algarve vivió la segunda noche de violencia en la madrugada de ayer. Unos incidentes que se saldaron con 34 detenidos --33 ingleses y un holandés-- y ocho heridos.

"Los alborotadores son una minoría, pero sus actos son intolerables. Suponen una vergüenza para el país. La justicia portuguesa debe actuar con dureza", declaró ayer el primer ministro Tony Blair en la cámara de los Comunes.

PROVOCADORES Los enfrentamientos se iniciaron a las dos de la madrugada cuando unos 400 ingleses, con evidentes síntomas de embriaguez, empezaron a entonar cánticos racistas y a lanzar sillas, botellas y otros objetos contra los establecimientos.

La UEFA volvió a amenazar el martes a Inglaterra con expulsarla del torneo si no controlaba a los hooligans, pero ayer sorprendió al considerar las detenciones como un hecho aislado. "Los incidentes en Albufeira no tienen nada que ver con el fútbol", dijo ayer el francés William Gaillard, director de comunicaciones de la UEFA.