El mal dato de la evolución de producto interior bruto (PIB) de Francia en el segundo trimestre, con una caída del 0,3%, ha encendido todas las alarmas. La mejor demostración de ello es la decisión del primer ministro francés, François Fillon, de convocar de urgencia a varios de sus ministros a una reunión mañana, lunes, interrumpiendo sus vacaciones, para analizar las causas de la brusca desaceleración que afecta a la economía.

Un retroceso trimestral del PIB no se registraba desde finales del 2002. El Gobierno quiere analizar si es coyuntural y vinculado al encarecimiento de los carburantes o si tiene causas más profundas. La ministra de Economía e Industria, Christine Lagarde, ha apuntado que el tercer trimestre se saldará con otro dato negativo del PIB.

Fillon ha citado en su residencia de Matignon a Lagarde, al ministro de Presupuesto, Eric Woerth, y a los secretarios de Estado de Consumo, Empleo, Comercio exterior y Pequeñas y medianas empresas. No se prevé el anuncio de medidas inmediatas, sino de momento un análisis pormenorizado de la evolución de los componentes del PIB.

Aunque técnicamente la economía francesa no ha entrado en recesión (se necesita para ello dos trimestres consecutivos negativos), los expertos son pesimistas, habida cuenta de que los principales ingredientes del PIB no muestran ningún signo de recuperación. El consumo de los hogares continúa estancado, el comercio exterior no deja de deteriorarse y la inversión cae.

Pero el Gobierno tiene poco margen presupuestario para actuar tras las últimas reformas fiscales promovidas por Nicolas Sarkozy, lo que aleja la posibilidad de un verdadero plan de relanzamiento. Francia se ha comprometido junto a la UE a reducir al 2,5% del PIB el déficit a finales del 2008 y a acercarse al déficit cero en el 2012. Pero Bruselas duda de que, en las circunstancias actuales, este programa resulte realista y teme que el déficit presupuestario francés vuelva a situarse en el límite autorizado del 3% en el 2009.