Los rusos, tranquilizados con las optimistas declaraciones del primer ministro Vladimir Putin de que Rusia permanecería ajena a la crisis global gracias a sus enormes reservas monetarias, reaccionaban hasta hace poco con mucha paciencia a las señales inequívocas de la inminente catástrofe económica.

Las protestas comenzaron a estallar a mediados de mes como consecuencia de la subida de los impuestos para la importación de vehículos usados extranjeros. Miles de personas se manifestaron en la ciudad de Vladivostok (Lejano Oriente ruso), así como en otras regiones, exigiendo que el Gobierno anulara la subida de aranceles en un 100%, que será efectiva a partir del 11 de enero. Junto a la parálisis del mercado ruso de los préstamos, esa medida dejará sin coches y sin trabajo a miles de personas en la región de Vladivostok, que tradicionalmente importaba de Japón automóviles de segunda mano a precios bajos.

REPRESION Putin contestó a los manifestantes con las porras de las fuerzas antidisturbios y reiteró que no cederá, en defensa de la industria rusa de la automoción, que emplea a millón y medio de personas. El mandatario señaló asimismo que un reducido número de empresarios están realizando grandes negocios y obteniendo grandes beneficios a través de la importación de automóviles desde otros países.