En los mercados, el toro es el símbolo del optimismo, de la confianza, de las expectativas de que los buenos resultados seguirán. Y quizá por eso no extraña que el animal tuviera una destacada presencia en la vida pasada de Bernard Madoff, el financiero ahora encarcelado por jugar con un complejo espejismo de esos elementos para edificar el mayor esquema de fraude piramidal de la historia de Wall Street.

El Toro era el nombre de su yate, y pinturas y esculturas representando el bóvido riegan su ático dúplex en el Upper East Side de Manhattan y la casa de Palm Beach, separada de la vista de curiosos por una densa vegetación de palmeras y plantas.

Agentes de policía han preparado vídeos y tomado fotos del ático y de la residencia en Palm Beach. Con ellos, además de a los medios, presentan las propiedades a agentes inmobiliarios, entre los que saldrán los elegidos para tratar de cerrar una venta y reingresar el dinero en el fondo con el que compensar a las víctimas. Los contenidos de las casas, como muebles y objetos decorativos, se subastarán después. No hay noticias de qué se hará con la colección de más de 40 pares de zapatos hechos a medida hallados en un armario.

Los agentes también han metido sus cámaras en el yate de 18 metros de eslora, permitiendo que la imaginación navegue a los días en que Madoff vivía libre y no en una prisión de Carolina del Norte. Y ya antes retrataron su propiedad en Montauk, en los exclusivos Hamptons de Long Island, refugio de buena parte de la crema y nata de la sociedad neoyorquina. La venta podría cerrarse esta semana.

Son imágenes de un mundo de comodidad y lujo al alcance de solo unos pocos, de chimeneas, candelabros y pianos de cola, cortinas floridas y escritorios frente a ventanales con vistas para quitar el hipo. Pero no dejan ver señales de extravagancia y los expertos del sector inmobiliario constatan estos días que Madoff se contuvo dentro de un universo de élite.

Suena raro usar esa palabra cuando se habla de un ático dúplex de más de 370 metros cuadrados con tres habitaciones, cuatro chimeneas, una escalinata para unir los dos pisos y una terraza que permite una vista de 360 grados de Manhattan. O cuando se mencionan los 600 metros cuadrados de la casa de Palm Beach, con una entrada con suelos de terracota, cinco habitaciones, siete cuartos de baño, muelle privado de 25 metros, piscina... Pero así lo ven los analistas, que aseguran que es difícil hablar de mansiones. Las casas podrían valer entre 5 y 7 millones de euros cada una.