La caída del muro de Berlín no puso fin a la Historia, como se dijo con gran optimismo, pero sí acabó con la dialéctica de la Guerra Fría basada en la estrategia de la destrucción mutua asegurada. Sin embargo, dejó un fleco sin resolver, el del primer conflicto caliente dentro de aquella congelación militar. La guerra de Corea (1950-1953) acabaría con un armisticio, no con un tratado de paz, y perpetuaría la división de la península coreana entre un norte alineado con el bloque comunista y un sur vinculado a Estados Unidos.

Pionyang es hoy un anacronismo, pero un anacronismo muy peligroso por una imparable carrera armamentística que le ha llevado a lanzar ayer el mayor desafío habido hasta ahora con el ensayo de una bomba de hidrógeno. Corea del Norte sigue autocastigándose con desbocado entusiasmo. No hay precedente de Gobierno que se afane tanto en detonar bombas nucleares en su territorio. La de ayer volvió a inquietar al mundo y a generar la algarabía de los norcoreanos. Fue el sexto ensayo nuclear de Corea del Norte, el tercero de Kim Jong-un y el primero con Donald Trump en la Casa Blanca. No sorprendió a nadie. Los satélites habían registrado en los últimos días movimientos febriles en Punggye-ri, la tradicional zona de ensayos atómicos. Los 50 kilotones registrados multiplican por seis la potencia del último ensayo del pasado septiembre y por cuatro la de la bomba sobre Hiroshima. Bastarían para arrasar una ciudad grande, aseguran los científicos. Los temblores alcanzaron las vecinas Corea del Sur y China.

La peligrosidad de estos ensayos no solo depende de Kim Jong-un y su séquito militar, sino de la respuesta que se dé a su reto. Y la respuesta a ese reto requiere cabezas muy frías. La amenaza de Trump de lanzar fuego y furia sobre Corea del Norte solo ha servido para dejar al desnudo la verborrea presidencial mientras Pionyang seguía lanzando misiles y probando una nueva y potente bomba. Las sanciones, muy suaves, impuestas hasta ahora al régimen tiránico de Kim no han funcionado. Queda mucho margen hasta un embargo total. Falta que Estados Unidos, Rusia, China, Japón y Corea del Sur se pongan de acuerdo. Europa tiene poco que hacer en este conflicto, pero el comunicado conjunto de Angela Merkel y Emmanuel Macron revela una situación altamente peligrosa.