TNtacido en Cáceres en 1972, José María Cumbreño compagina su actividad profesional como profesor de secundaria con su intensa inquietud literaria como editor y escritor, dentro de la cual sobresale la publicación de los poemarios Las ciudades de la llanura (2000), Arbol sin sombra (2003, Premio de poesía Ciudad de Badajoz), Estrategias y métodos para la composición de rompecabezas (2008), Diccionario de dudas (2009), Breve biografía apócrifa de Walt Disney (2009, Premio de poesía José Hierro), Genealogías (2011) y Made in China (2013). Es también autor del libro de relatos De los espacios cerrados (2006, Premio de narrativa breve Generación del 27), del ensayo literario Retórica para zurdos (2010) y del diario Límites y progresiones (2010). Varias antologías de su obra han aparecido dentro y fuera de España. Además mantiene un blog de referencia bajo el título (Casi) diario de José María Cumbreño y realiza entrevistas literarias desde sus Ediciones Liliputienses o su espacio televisivo La temperatura de las palabras , título que es también el de su última obra.

--¿Cómo se define José María Cumbreño?

--Pues no lo sé. La vida actual nos obliga a todos a comportarnos como hombres orquesta. Soy en función del momento del día: a veces, profesor de instituto; otras, padre y marido; y, cuando puedo, escritor y editor.

--¿Cómo calificas la situación actual de las letras extremeñas?

--Nunca ha habido en esta región tanto escritor de primera fila. De aquí antes se marchaba todo el mundo, incluidos los artistas, claro. Yo soy hijo de emigrantes. Sin embargo, la generación que ahora tiene entre cincuenta y sesenta decidió quedarse en Extremadura por razones familiares y laborales. Eso conllevó que por la región comenzasen a pasarse autores de renombre. El ejemplo paradigmático de ese intelectual extremeño que sirvió de imán fue, sin duda, Angel Campos Pámpano, cuyo proyecto de aulas literarias es lo mejor que le ha ocurrido nunca a Extremadura en el plano literario.

--¿Afecta la crisis económica a la creación literaria?

--Desde luego. Sobre todo en la redefinición de prioridades que establece el poder, que enseguida tiende a considerar la cultura como algo decorativo y secundario. Que es lo mismo que decir prescindible. Vamos, que así se tiene la excusa ideal para no invertir en cultura. Todos sabemos que el poder nos quiere ignorantes y sin capacidad para criticar y proponer.

--¿El mundo de las letras está demasiado apalancado mirándose a su propio ombligo?

--En muchas ocasiones me temo que es así. Creo que hay una clarísima falta de comunicación entre la sociedad y sus artistas. Estos siempre consideran que no se les presta la atención que merecen; y aquélla, reconoce que el arte tiene valor, pero la mayoría de las veces no lo entiende.

--Alguna vez has denunciado una "corrupción poética" en España...

--Pero no soy el único, ni mucho menos, que lo cree. En cuanto se ahonda un poco en el mundo de la edición y los premios literarios, resulta fácil descubrir un evidente flujo y reflujo de favores: un premio casi cantado, una reseña en tal suplemento, la publicación en tal colección... Lo suficiente como para que unos cuantos consigan vivir del cuento y viajar por medio mundo (con todos los gastos pagados) de festival en festival.

--¿El escritor debe estar al margen de la política o la escritura puede ser un arma de compromiso político?

--La literatura puede servir casi para cualquier cosa. Aunque, en líneas generales, no suelen gustarme los escritores que no se mojan.

--¿Vivimos una sociedad "Made in China" donde las obsesiones marcan una existencia sentimental de calidad deficiente?

--En España (tantos años de educación cristiana han surtido efecto) todo lo que tiene que ver con las emociones había que taparlo. Porque o no tenía importancia o daba vergüenza admitir ciertas cosas y lo mejor era callarse. Y Made in China es un libro cuyo cimiento es, precisamente, la emoción, los sentimientos. Aunque espero que estén tratados desde una perspectiva que no suene a cursi. En Made in China se describen las relaciones que establecen una anciana española y su cuidadora ecuatoriana: dos mujeres que comienzan el libro muy lejos la una de la otra, pero que, a medida que avanzamos, van acercándose porque descubren que se parecen más de lo que ellas mismas creían.

--Has manifestado que la poesía es un artefacto ficticio, ajena a los tópicos, ¿estimas que el escritor no es un ser especialmente sensible?

--La imagen del artista como una especie de elegido viene del Romanticismo. Pero todos los seres humanos sentimos de una forma muy parecida. El escritor, eso sí, es capaz de apuntalar con palabras ese edificio en ruinas que es una persona.

--En otra parte he leído unas declaraciones tuyas en las que afirmabas que en la poesía española hay más ruido que nueces... ¿Hay mucho vendedor de humo?

Demasiados. Y lo malo es que encima logran vivir de la venta de ese humo.

--¿Qué aporta la poesía latinoamericana a la creación peninsular?

--Menos de lo que debería. Compartimos una lengua y a veces se diría que habitamos planetas distintos. Confío en que, poco a poco, la comunicación entre los poetas de todos los países hispanohablantes vaya volviéndose mucho más fluida y que podamos conocer a los espléndidos autores que ahora mismo escriben en Latinoamérica.

--Un recuerdo de la infancia.

--Las tardes de invierno (de invierno canario) en las que subíamos a las Cañadas del Teide para deslizarnos por la nieve con las alfombrillas de plástico del 124 rojo de mi padre.

--Un reto como escritor.

--Que lo que escriba alguna vez se parezca a lo que quería haber escrito.

--Una reflexión ante la vida.

--Cada vez sé menos y estoy seguro de menos cosas.

--Un rincón de Cáceres donde sentir la paz.

--Cualquiera de la parte antigua.

--Un libro de cabecera.

--Según el momento del día.

--¿Cómo te gustaría que te recordaran?

Más que cómo, quién. Etimológicamente, "recordar" significa "volver a pasar por el corazón".