Si salir en la tele garantizara la venta de un libro, los hombres del tiempo serían millonarios. Por mucho que uno aparezca en la pantalla, no es fácil convertirse en un fenómeno editorial y sobrepasar los 100.000 ejemplares con una novela primeriza. Es una proeza que no está al alcance de cualquiera, aunque la autora sea una periodista mediática, tenga cara de rompecorazones y se enfrente a políticos escurridizos en el programa Un tiempo nuevo de Telecinco. Se necesita algo más. Hay que tener el talento necesario para que el boca a oreja que atrae a los lectores eche a rodar. Sandra Barneda (Barcelona, 1975) lo consiguió con Reír al viento (2013) y, vista la buena acogida que tiene su segunda obra, La Tierra de las mujeres (Suma de Letras en castellano), es probable que lo vuelva a lograr.

"Esta segunda novela se la he dedicado a mis antepasados. Reír al viento es un canto a la vida y a la libertad, mientras que en esta obra rindo homenaje a las mujeres, a las abuelas conocedoras de la vida, guardianas de los valores y de las riquezas. Ellas son la madre Tierra y están en contacto con la sabiduría que emana de la naturaleza", explica la escritora.

Mientras que su primera incursión en la escena literaria se desarrolla en la isla indonesia de Bali, La Tierra de las mujeres está ambientada en Vilanova de la Muga, un pequeño pueblo del Alt Empordà de donde procede su padre y donde la familia todavía conserva una casa por la que han transitado seis generaciones. "El Empordà es un protagonista más. Yo soy una niña adoptada de esta tierra, porque he pasado allí gran parte de mi infancia y en ese lugar me siento como en casa", comenta.

Barneda lleva la tierra de su padre en las venas, como la protagonista de la novela, Gala, una estadounidense acomodada que viaja a Cataluña para recibir una herencia. Con esa suma pretende crear un negocio propio para liberarse de la espesa red de dependencia en la que la han sumido su marido y una vida regalada. Gala llegará acompañada de sus dos hijas y en lugar de dinero encontrará unas raíces, personas y una historia que le ayudarán a apoderarse de sí misma.

El libro forma parte de una tetralogía en la que se combinarán los cuatro elementos. Si Reír al viento era el aire, su segunda novela es la tierra. "Las cuatro novelas tendrán en común que están protagonizadas por mujeres que realizan un viaje transformador. Gala comprenderá y dejará de luchar, porque cada uno tenemos una vida y hacemos con ella lo que podemos, tratando de buscar la paz con nuestros aciertos y errores", dice la autora.

El intimismo, la reflexión y la sensibilidad que emanan de la Sandra Barneda escritora son la otra cara de una periodista audaz y extrovertida que halla en la literatura su paz particular. "Para mí, escribir es sanador. He conseguido el equilibrio perfecto, porque cuando uno está siempre expuesto, dando la cara, vives mucho desde fuera y cultivas poco el interior. Y la escritura es muy interior y se necesita mucha soledad y silencio. Vivimos muy estresados, en un mundo donde cada vez vamos más hacia afuera. Y la práctica del hacia adentro está muy bien, porque las grandes respuestas están dentro de uno mismo", afirma.

Principios y tozudez

Introspección y una voluntad tozuda de ser fiel a sus principios, a pesar de la polémica suscitada por algunos aspectos de su vida privada. Barneda no esconde su homosexualidad, pero evita hacer de ella una bandera y convertirse en un icono de ciertos lobis. Una independencia a la que no renuncia aunque le ha costado críticas y desencuentros. "La mujer ha tenido que luchar mucho para entrar en ese mundo donde estaba el hombre. Y para entrar --añade--, los referentes que tenía eran desde la masculinidad, por lo que ha dejado esa parte salvaje que posee, muy femenina, y que es un poder desde la tierra".

Como las abuelas que en la novela forman parte del círculo mágico de mujeres de La Muga. Ellas son las sabedoras, las que cobijan los secretos y las que ayudan a la convivencia porque son las grandes solidarias.