Un día después del tercer aniversario del 11-M, ayer prosiguió el juicio por la matanza de Madrid con la comparecencia de familiares y amigos de los procesados. Pese a ciertas contradicciones e imprecisiones, los testimonios aportaron detalles sobre las intimidades del núcleo que organizó la masacre. Entre otras cosas, sus encuentros en la mezquita de la M-30 y a orillas del río Alberche (Avila), y sus veladas de adoctrinamiento en un local de Madrid, donde visionaban vídeos cargados de violencia y exaltaciones al martirologio yihadista . Las declaraciones sembraron además algunas dudas más sobre la gestión policial contra el terrorismo islamista bajo el Gobierno de José María Aznar.

Muhanad Almallah, a quien la fiscalía pide 12 años de prisión por pertenencia a organización terrorista, expresó alguna vez su anhelo de derribar las torres KIO, iconos arquitectónicos de Madrid, según su exesposa y su excuñado en sendas declaraciones. "No voy a estar tranquilo hasta que caigan", dijo un día a su entonces cuñado mientras pasaban en coche por debajo de los dos edificios inclinados sobre la plaza de Castilla.

De los cuatro testigos que comparecieron ayer, el testimonio más extenso y sustancioso fue el de la exmujer de Almallah, a quien la fiscalía considera junto a su hermano Mutaz, extraditado la semana pasada por el Reino Unido, los responsables de la red de captación y apoyo de islamistas que pasaban por Madrid. La testigo protegida S20-04-W-18 narró su peripecia con Almallah, entre ellas las dos denuncias que interpuso contra él por malos tratos y la "invitación" de su marido para que dejara el hogar poco antes del nacimiento de su hijo, propuesta que ella aceptó sin vacilar.

UN LOCAL MUY VISITADO En un español deficiente, la mujer contó que, tras vivir en varios sitios, ella y su marido recalaron en el local de la calle de la Virgen del Coro arrendado por su cuñado Mutaz para hospedar a compañeros. Dijo que al inmueble entraba con su propia llave "mucha gente", entre la que citó a Serhane ben Abdelmajid, El Tunecino (uno de los suicidas de Lavapiés), y a los procesados Basel Ghalyun y Fuad el Morabit. El Tunecino llamaba a este grupo "hermanos de los mártires".

En la planta baja, los congregados conversaban y veían vídeos proselitistas. Ella no tenía acceso a las reuniones, pero en cierta ocasión alcanzó a ver imágenes como de "un tanque aplastando a familias", "gente enterrada en el desierto con la cabeza fuera" o "un padre obligado a acostarse con su hija". Relató también que su exmarido, antes de dormir, se tumbaba a ver vídeos de Abu Qutada, clérigo carismático detenido en Londres como líder espiritual de Al Qaeda en Europa. También sostuvo que en el sótano se almacenaban cajas, y que en alguna vio libros de Osama bin Laden.

En febrero del 2003, un mes antes de abandonar el hogar, la testigo denunció a su marido por malos tratos y entregó a la policía algunos de los vídeos con mensajes yihadistas . No quedó claro qué hizo la policía con las cintas, un interrogante más sobre la actuación antiterrorista bajo el mandato del PP. Durante buena parte del testimonio de la mujer, Almallah reía con sarcasmo, pero sus facciones traslucían tensión. La testigo y su hermano --que estuvieron aislados en el pabellón de la Audiencia en la Casa de Campo para evitar que intercambiaran impresiones-- reconocieron tener "miedo", sobre todo de Almallah.

Muad Benkhalafa, detenido por el 11-M y posteriormente liberado, debía ser el primer compareciente de la jornada, pero su inasistencia lo llevó a declarar en último lugar. Comenzó el hermano de Rachid Aglif, a quien la fiscalía pide 21 años de prisión, que intentó eximir a su hermano de toda culpa. Benkhalafa aportó detalles sobre los encuentros del círculo islamista a orillas del río Alberche (Avila), y citó entre los asistentes a una reunión a Anmer el Azizi, líder militar de Al Qaeda en Europa, que invitó a los participantes a combatir en Afganistán.

Benkhalafa afirmó que, tras los atentados de Madrid, Basel Ghalyun --a quien la fiscalía considera uno de los autores materiales-- le dijo que "creía que había sido ETA" la autora de la masacre. A preguntas de una abogado de la acusación, proclive a la teoría de la conspiración, Benkhafala dibujó a Ghalyun, como un "radical" que viajaba con frecuencia a San Sebastián para visitar a un amigo llamado Armand. Otro letrado le preguntó si, antes de esta comparecencia, había recibido la visita de algún policía, sin presencia de abogado, y él dijo que sí.