Quienes conocen de cerca a Hafiz Ahmed --supuesto experto en explosivos de la célula terrorista detenida en enero en Barcelona-- coinciden. Todos, ya sean sus familiares o allegados en Rawalpindi, su ciudad de origen en Pakistán, ya sean sus conocidos entre la comunidad paquistaní del barcelonés barrio del Raval, confirman haber sido testigos de la profunda transformación religiosa y vital de este trabajador de la construcción que llevaba ocho años residiendo en España.

Porque en nada se asemejan aquel veinteañero, recién llegado en el 2000 a Barcelona desde otro país europeo, con el activo miembro del grupo proselitista musulmán Jamaat Tabligh que cumplía sin faltar con las cinco plegarias diarias que prescribe el islam. Porque muy poco tenían en común aquel desorientado joven y aquel hombretón de poblada barba hasta el pecho que llegaba a incomodar a sus paisanos de costumbres más relajadas con sus prédicas sobre el comportamiento del buen musulmán. "A veces, cuando le veía, cambiaba de calle para que no me criticara por no ir a la mezquita", explica Zahoor Afsán, vecino de Hafiz en Rawalpindi, y conocido suyo desde hace 15 años.

"Esta conversión fue un don de Dios", proclama, en cambio, desde el domicilio familiar en Rawalpindi, su hermano Mohamed Rafiq, convencido de la religiosidad inocua de Hafiz.

TRASPASAR LA FRONTERA La justicia española se pregunta, en cambio, si el detenido llegó a traspasar la frontera existente entre ejercer de misionero al servicio de Dios según los principios del movimiento tabligh , que proclama ante todo el respeto por los demás seres humanos, y entre convertirse en un yihadista que experto en explosivos y que está vinculado al terrorista más buscado del momento: Baitulá Mehsud, líder de Tehrik-i-Taliban (Movimiento de los Talibanes de Pakistán).

Hafiz Ahmed, casado y con dos hijos, ganaba unos 1.400 euros como trabajador de la construcción. Desde Barcelona, enviaba 40.000 rupias mensuales (unos 460 euros) a Rawalpindi, lo que constituía el principal ingreso de su familia. Ser mileurista desahogado le permitía viajar con frecuencia a Pakistán. "Vino desde el 2000 unas seis veces, y siempre pasaba mes o mes y medio", cuenta su hermano. Menos en la última ocasión, en que decidió quedarse medio año. Ya era un activo miembro del Tabligh y frecuentaba una mezquita local. Hace poco, llegó a Rawalpindi la noticia de la detención de Hafiz. "Los vecinos me dijeron que Hafiz estaba detenido", rememora su hermano. No ha podido hablar con él, y esperando a que sea puesto en libertad, no ha dicho nada a su cuñada ni a sus dos sobrinos.