El pleno del Congreso se convirtió ayer en escenario de una bronca "lamentable y para olvidar", según coincidieron en calificarla los portavoces socialista y popular, Diego López Garrido y Eduardo Zaplana. Todo empezó cuando, a las tres y cuarto de la tarde, entró en el hemiciclo el ministro de Defensa, José Antonio Alonso. Los populares le recibieron con una sonora protesta porque, siendo ministro del Interior, fueron detenidos dos militares del PP por las supuestas agresiones a José Bono en una protesta de víctimas del terrorismo.

El popular Vicente Martínez Pujalte encabezó la agitación con su agudo timbre de voz. Nada más verle gritó: "¡Ministro, dimisión". El presidente de la Cámara, Manuel Marín, le llamó al orden. Los rumores en los escaños populares fueron creciendo. El diputado socialista Pedro Muñoz, que se encontraba en la tribuna defendiendo la justicia de proximidad, concluyó su discurso y Pujalte reemprendió sus gritos contra Alonso: "¡Señor ministro, que nos detienen!". Marín le reconvino por segunda vez, pero Pujalte insistió en su protesta: "¿Pero no me detiene?".

La expulsión

Ante la actitud peleona del diputado, considerado el más protestón de su grupo, Marín le advirtió que a la tercera llamada al orden le expulsaría. Pero Pujalte no se dejó intimidar y siguió reclamando su detención y la dimisión del ministro. "¡La policía, la policía!", gritaba. Su actitud obligó a Marín a pedirle que abandonara el hemiciclo. El diputado se resistió al grito de "¡que me detengan!".

Las protestas de los diputados populares arreciaron. "Que lo detengan" y "Alonso, dimisión", coreaban. "Que vengan las fuerzas del orden", reclamaba el conquense José Madero. La bronca era formidable. "¡Qué gallinero!", exclamaba la socialista Carmen Hermosín. El portavoz popular, Eduardo Zaplana, pidió la palabra, pero Marín no se la concedió mientras Pujalte no obedeciera. Este seguía atrincherado en su escaño y sus compañeros gritaban "libertad" y lanzaban epítetos contra el ministro. Algunos cruzaban sus muñecas en forma de equis para que les esposaran.

Zaplana se acercó al estrado de la presidencia para pedir a Marín que reconsiderara la expulsión, pero el presidente leyó el reglamento y reiteró a Pujalte que abandonara el hemiciclo. Desde el desalojo de los parlamentarios electos de Herri Batasuna, en 1986, no había sido expulsado ningún diputado.

Reprobación

Pujalte obedeció por fin y salió haciendo sendas reverencias burlescas hacia los escaños socialistas y hacia la presidencia de la Cámara. Sus compañeros seguían reclamando a gritos la dimisión de Alonso. Algunos dirigían ahora sus iras contra Marín, de quien el malagueño Manuel Atencia dijo: "Tiene menos cintura que un armario".

La magnitud del escándalo hizo imposible que se pudiera escuchar buena parte de la intervención de Alonso, que presentó y obtuvo la autorización de ampliar en 150 soldados el contingente militar en Afganistán. El ministro deploró la actitud de la derecha. "Esta es la España que quiere el PP, la del enfrentamiento y la manipulación del Parlamento", manifestó entre aplausos de los socialistas.

La bronca terminó con la petición formal del PP de que la Cámara repruebe a Marín e investigue las detenciones. El socialista López Garrido les contestó: "Los españoles no quieren esta oposición que se comporta como vulgares agitadores vociferantes".