La Audiencia Nacional exime de toda responsabilidad al juez Baltasar Garzón de la polémica exhibición que se hizo el viernes de los detenidos en el marco de la operación Pretoria y ha encargado una investigación para saber qué pasó y evitar que se repita. En una nota publicada ayer, el presidente de la Audiencia Nacional, Angel Juanes, asume que los detenidos fueron "expuestos ante los medios de comunicación", tras ser esposados exclusivamente los dos, tres, máximo cuatro minutos que fueron obligados a estar frente a las cámaras mientras recogían las bolsas de basura con sus pertenencias, en la parte trasera del furgón.

Si no fue Garzón, ¿quién fue? En la nota, el presidente recuerda que los jueces de instrucción no tienen competencias sobre las condiciones de traslado y acceso al edificio de los detenidos, solo cuando llegan al despacho para declarar. La polémica apunta de nuevo al ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, como ya pasó con el traslado de los dirigentes del PP esposados del caso Palma Arena .

FURGON DEMASIADO GRANDE Ya el viernes, cuando se empezaron a emitir unas imágenes que algunos calificaron de "humillantes e innecesarias", en la Audiencia Nacional se aseguró que había sido una "lamentable coincidencia de circunstancias". El furgón que trasladó a los detenidos desde la cárcel de Soto del Real no entraba en el garaje, los guardias civiles que los custodiaban no son los que normalmente trabajan en la sede judicial y para colmo, como el furgón llegó demasiado temprano, nadie sabía que había que colocar una mampara para proteger la integridad de los detenidos. Y aun así, ¿eran necesarias las esposas para esos tres minutos que duró la exhibición?

Ese mismo día, un portavoz de Interior afirmó que las esposas son iguales para todos y que no hay protocolos diferentes para cada tipo de detenidos ni de delitos. Rubalcaba se reúne hoy con el consejero vasco de Interior, Rodolfo Ares, y es probable que se refiera al incidente porque tras las críticas del PP en el caso Palma Arena se comprometió a revisar la norma de traslado de los detenidos para evitar polémicas.

Al margen de lo que se decida hacer, lo cierto es que para los familiares y amigos de los arrestados "el mal ya está hecho" y el sentimiento de que se ha querido "humillar" a los implicados aumenta su desánimo.

VISITAS Mientras, ayer prosiguieron las visitas en la cárcel. Aunque hubo quien no pudo llevarla a cabo. La mujer de Macià Alavedra, Doris Malfeito, regresó a Barcelona desolada al no poder ver a su marido. Este supo por el alcalde Bartomeu Muñoz que no la habían dejado entrar. Malfeito sabía que era necesario el libro de familia para acceder a la cárcel, pero se pasó el sábado revolviendo su casa sin dar con él. Sí halló un documento que daba fe de que ella era la esposa de Alavedra, pero no sirvió.

El funcionario de la zona de acceso a la cárcel fue implacable. La mujer de Alavedra intentó comunicarse por teléfono con el abogado de su marido, Juan Córdova. Pero, en el recinto carcelario y en sus alrededores los móviles no funcionan porque unos repetidores impiden, por seguridad, que haya cobertura.

Su marido y Lluís Prenafeta, que el sábado recibió la visita de sus hijos, son los que se encuentran en una situación emocional más complicada. Muñoz, Luis García y Manuel Dobarco están más enteros. El alcalde estuvo por la mañana con Ana, su mujer, y por la tarde recibió la visita de un buen amigo. A él le contó que estaba "bien, entero, fuerte, aunque completamente desconcertado". De su vida entre rejas aportó pocos detalles. Ya ha tramitado la compra de una televisión. No necesita libros, porque como García echará mano de la biblioteca, y se ha apuntado a clases de inglés y a pimpón.