Es como un cáncer. Hace 40 años que mina la salud de España, 30 de ellos en democracia. Se ha llevado por delante a más de 800 ciudadanos y ha destrozado la vida de varios miles más. Ha sido atacado como merece un mal de esas características. El tratamiento ha permitido controlar el tumor, reducirlo hasta casi ahogar su reproducción y crecimiento. Pero el peligro de metástasis siempre persiste. Así que se impone extirpar. Los expertos en lucha antiterrorista lo ven así. Y aconsejan la negociación que pide paso tras el alto el fuego.

La última radiografía que obra en poder de la Comisaría General de Información muestra una organización terrorista de apenas un centenar de miembros. De ellos, sólo una docena está en disposición de matar si se les ordena. Son los miembros de los tres comandos que sobreviven. Uno, con la misión exclusiva de extorsionar; y el otro, autor de las últimas bombas en Madrid.

La policía baraja las identidades de esos 12 asesinos en potencia. Tres de ellos, fichados, son Asier Eceiza, Ana López y Carlos García. El resto, todos legales , bien podrían ser Iñaki Domínguez, Zigor Ruiz, Eneko Bilbao, Ohian Garmendia, Pablo Aperribay, Iker Iparraguirre, Zorion Saltsamendi, Arkaitz Goikoetxea e Itziar Plaza.

Acopio de material

El mismo diagnóstico da cuenta de que los terroristas han hecho acopio de material y dinero suficiente para afrontar una larga negociación. Algunas fuentes apuntan que podrían aguantar hasta un año. A ese objetivo estaban destinadas las últimas extorsiones y el robo de material para fabricar explosivos, documentación y matrículas falsas.

A las fuerzas de seguridad les consta que la banda esconde 5.300 kilos de material para fabricar explosivos. Tiene además dos troqueladoras y miles de matrículas vírgenes, incontables granadas, armas cortas y largas y munición.

Lo que menos tienen son manos. Los expertos han visto hasta qué punto le cuesta a ETA recomponer los comandos. Ya no hay voluntarios calentando en la banda, como en los años 80. Ni quedan más referentes históricos (fuera de la cárcel) que Josu Ternera, elevado a la más alta cumbre de la banda tras caer Mikel Antxa .

ETA se nutre en los últimos años de los jóvenes de la kale borroka . Así, los hay que han pasado en poco tiempo de incendiar autobuses a matar, y a integrarse en la dirección. Es el caso del actual jefe de comandos, el treintañero Garikoitz Aspiazu, Txeroki , que empezó a matar en el 2001 tras una juventud perfumada de gasolina.

Nueva estructura

Esos jóvenes radicales, temerarios y poco partidarios de negociar, fueron los que forzaron en el 2001 la ruptura de la tregua, según los expertos. Hoy han sido integrados en la dirección y reconducidos hacia planteamientos más pragmáticos, adoctrinados por Josu Ternera. De paso, el histórico dirigente ha sometido la banda a una remodelación que ha mejorado su eficacia, pese a los golpes policiales. Ternera conjugó viejos con nuevos militantes y amplió la dirección: creó una decena de áreas donde había tres. Son estancas. Sólo se relacionan de forma vertical, con la dirección. Eso evita las caídas en cascada.

Con Ternera, en la Zuba (cúpula) hay entre 6 y 11 personas, en función de las detenciones. Un equipo de 15 históricos conforma una suerte de órgano asesor (con Kantauri, Ainhoa Mujika, Txapote, Julián Atxurra, Iñaki de Rentería, Esparza Luri y Olarra Guridi, entre otros). Junto a Ternera, según Interior, aspiran a negociar su hijo, Egoitz Urritikoetxea (32 años, licenciado en historia, exdirigente de Batasuna), Ainhoa Ozaeta (titulada en gestión de empresas y procesada en el sumario por las fuentes de financiación de ETA) y Jon Salaberria (procesado y huido en mayo del 2005). Los tres del vídeo del alto el fuego.