Con el entierro de Diego Armando Estacio en Machala, su ciudad natal, Ecuador cerrará un negro capítulo provocado por el atentado de ETA del pasado día 30 en el aeropuerto de Barajas.

El cuerpo de la segunda víctima llegó a Guayaquil ayer por la mañana, lugar de Ecuador en el que la secretaria de Estado de Inmigración, Consuelo Rumí, anunció que los familiares de cada uno de los fallecidos en el atentado podrían recibir unos 280.000 euros de ayuda por parte del Gobierno español, a los que habrá que sumar las subvenciones otorgadas por las comunidades en las que trabajaban.

Primero fue Carlos Alonso Palate, enterrado el pasado sábado en la localidad andina de Picaihua, donde nació hace 35 años. Hoy será el turno del joven Estacio. Ambos pertenecían a familias muy humildes que han tenido que emigrar para ganarse la vida y que desconocen lo que es el terrorismo y sus consecuencias, más allá de las alusiones de los informativos, y mucho más el llamado conflicto vasco.

Luis Jaime Palate, hermano de Carlos Palate, de 25 años, viajará próximamente a España para trabajar ya que, muerto su hermano, la familia depende ahora económicamente de él para poder salir adelante día a día.

Tratar de evitar culpabilizaciones, como las que se esconden detrás de las palabras de dolor que estos días han pronunciado el tío de Palate o el padre de Estacio, ha sido una de las principales y más dificultosas tareas de los psicólogos que han atendido a los familiares y han viajado con ellos a Ecuador.

En el aeropuerto de Guayaquil, destino final de Boeing de la Fuerza Aérea Española que trasladó el féretro de Estacio, Consuelo Rumí dijo que el Gobierno no dejará desamparados a los familiares de las dos víctimas y les ayudará en todo lo que necesiten. El trato que recibirá Estacio, al igual que Palate, será idéntico al de "cualquier otro español que es objeto de la violencia terrorista", en cuanto a las subvenciones establecidas en la ley para las víctimas y sus familiares más directos, señaló la secretaria de Estado.

El padre de Diego Armando apenas pudo contener el dolor por regresar a su tierra, que dejó hace seis años para trabajar en España, en una circunstancias de "dolor" y "calamidad".

Mientras, en el aparcamiento de la T-4 donde estalló la furgoneta-bomba, continuan las labores de desescombro y la policía recoge muestras para determinar la cantidad y el tipo de explosivo empleado en el atentado.

Comisiones Obreras y UGT de Madrid esperan que más de un millón de personas secunden los cinco minutos de silencio que han convocado para este mediodía en los centros de trabajo como repulsa a la violencia etarra. A primera hora de la tarde, el arzobispo de la ciudad, monseñor Rouco Varela, oficiará en la parroquia del municipio de Barajas una misa funeral por los dos fallecidos.