La división de inteligencia del Estado Mayor de la Defensa informó a finales de marzo del 2003 de la inexistencia de riesgo de armas químicas, nucleares y bacteriológicas en Irak. Su informe sirvió para elaborar el mapa de riesgo de los 900 soldados y marineros españoles enviados el 19 de abril al sur de Irak.

Dos días antes, el presidente del Gobierno, José María Aznar, mantuvo ante el Congreso que el régimen de Sadam Husein disponía de armas de destrucción masiva y constituía un riesgo para sus vecinos y para la humanidad si dichas armas caían en manos de grupos terroristas con los que tenía relación.

RIESGOS REALES

El informe señalaba que el régimen iraquí necesitaría un plazo de varios meses para iniciar un programa de producción de armas químicas y que podría disponer de armas biológicas en semanas. No obstante, añadía que los principales riesgos para los soldados españoles en la zona eran las enfermedades endémicas como el cólera, las fiebres y las alimañas del desierto.

El informe fue elaborado sobre el terreno por los expertos españoles que también mantuvieron relaciones informativas y de confianza con el mando estadounidense en Qatar. Pese a ello, el Gobierno decidió enviar en el contingente español a bordo del buque Galicia a un batallón de guerra nuclear, biológica y química (NBQ) con un equipo de descontaminación.

INFORME DEL CNI

Aunque el informe mencionaba "la posible existencia de 8.500 litros de ántrax y 650 kilos de medio para el cultivo de bacterias, adquirido por Irak en 1999 con ocasión de un panel científico", más adelante precisaba que eso no había podido ser verificado por los inspectores de la ONU.

Con anterioridad, a finales de febrero, el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) había informado al Gobierno de que si bien "Irak ha mantenido su voluntad de seguir desarrollando programas de armas de destrucción masiva", especialmente en los ámbitos "químico, biológico y de misiles", no disponía de las mismas ni tenía capacidad para emplearlas con caracter inminente.