Con lo que ha caído en estas últimas semanas, iniciar ahora una campaña electoral parece casi un ejercicio de masoquismo. Tras la precampaña más tensa e inmisericorde de los últimos tiempos, ¿qué queda por hacer? Pese a todo, los cabezas de lista acudieron disciplinadamente a la cita de las doce de la noche. En los numerosos lugares donde el frío apretaba de firme, a algunos se les helaba el engrudo antes de conseguir pegar el correspondien

te cartel. José Luis Rodríguez Zapatero y Gaspar Llamazares oficiaron el rito en Madrid, Rajoy en el terruño, en Santiago de Compostela. ¿Y por qué pegar carteles, si las campañas son hoy pasto exclusivo del complejo multimedia? Por el ritual, claro.

Esta campaña empezó realmente hace muchos días. Ahora se asemeja al momento culminante de una prueba de salto en la que los atletas hubieran cogido carrerilla desde tan lejos y con tanto ahínco que llegasen extenuados y sin control al inicio de su vuelo.

VOTO PENSIONISTA Ya han salido a relucir las pensiones, de cuyo desmantelamiento, en caso de que ganen los otros , siempre advierten aquellos que gobiernan para amarrar el voto de los abuelos; ya han lanzado José María Aznar (tonante cual Júpiter) y Mariano Rajoy (prudente cual masculina Minerva) la advertencia de que un cambio de régimen romperá el ritmo de expansión económica; ya se ha pasado de rosca Federico Trillo, decidido a competir con su muñeco de las noticias del guiñol ; ya arremetió Ramón Valcárcel, el presidente de Murcia, contra su homólogo catalán a cuenta del vino y el agua (Valcárcel está muy crecido porque le han puesto de candidata cunera por su circunscripción a la ministra de Medio Ambiente)... y, en fin, ya hemos comprobado que Zapatero es capaz de soportar estoicamente cualquier revés de la fortuna, cualquier barbaridad de Carod-Rovira e incluso cualquier ayuda de sus queridos compañeros José Bono y Rodríguez Ibarra. Seguro que todo el mundo está muy cansado. ¿Por qué no votamos ya?

Por lo mismo que es preciso salir a pegar carteles en la fría noche: porque los ritos (incluso los políticos) son sagrados. Además, de aquí al 14-M todavía pueden pasar muchas cosas.

LO QUE CADA CUAL SE JUEGA En esta campaña convergen muchas apuestas y afanes. Por eso será bronca o, como suele decirse, crispada. Ayer, durante todo el día se cruzaron unos y otros reproches y acusaciones en relación a la concentración contra ETA convocada en Barcelona. El terrorismo no debía ser, se supone, materia de debate electoral; no al menos entre partidos democráticos. Pero es imposible poner límites a unos políticos que luchan por el poder.

Rajoy juega para ganar por mayoría absoluta; Zapatero para disponer de una derrota por la mínima (especialidad de casa Ferraz) que le permita seguir en el puesto y volver al viejo plan, que era dedicar estos próximos cuatro años a preparar la batalla del 2008; Llamazares para arañar unos votos, unos escaños y demostrar que el PSOE jamás podrá prescindir de él. No juegan los tres solitos, ¡qué más quisieran! Está Coalición Canaria, donde sueñan con llegar a ser el socio imprescindible y bienpagao del PP; CiU y el Duran i Lleida, loquito por ser ministro en un futuro Gobierno de coalición (con los populares , por supuesto); el Bloque Galego, Esquerra Republicana, el PNV y EA, Chunta Aragonesista, los andalucistas, Unió Mallorquina... que buscan la oportunidad de seguir existiendo como partidos, de ganar terreno en algún golpe espectacular (ése es el destino preferido de Carod y tal vez consiga alcanzarlo) o mantener la posición a la espera de tiempos mejores.

LA MALDITA INCERTIDUMBRE En torno a estos deseos, van y vienen estrategas, asesores y otros magos. Las proyecciones demoscópicas les traen de calle, y para darles la vuelta a tales sondeos y predicciones es para lo que sin duda se ha inventado este tiempo de campaña que viene a ser la prórroga de un partido de fútbol cuyos noventa minutos ya están agotados. ¿Y si ahora, en el tiempo extra, da la situación un giro inesperado?: un fallo del contrario, un penalti en el último minuto, un milagro o una catástrofe... quién sabe.

El PP busca los votos indecisos del centro mientras rasca todo lo que puede en la extrema derecha. El PSOE ansía recoger a los moderados asustados por la beligerancia aznarita y beneficiarse de una movilización electoral de la izquierda abstencionista. Todos hacen cuentas y les sale que esta vez los últimos ajustes finales van a ser muy importantes. Pueden amargar una victoria o edulcorar una derrota.

En este envite final cada voto es decisivo. Habrá diputados que dependerán de restos mínimos y el resultado final no será el mismo si esos diputados caen de un lado o de otro. Aún no está vendido el pescado. Por eso nos toca pechar con quince días de campaña, quince.

Haya calma.