El Estatuto catalán, si septiembre no lo remedia, se encamina hacia un callejón sin salida. Las votaciones de ayer en la comisión primera del Parlamento autonómico acrecentaron las diferencias entre socialistas y el tándem ERC-CiU, que sacó adelante un proyecto de alto voltaje nacionalista que no concita la mayoría de dos tercios (90 diputados) necesaria para su aprobación en la Cámara.

Las enmiendas de los socialistas quedaron en la cuneta por la alianza ERC-CiU, que contó con el apoyo de Iniciativa. El PSC acusó a sus socios republicanos de "haber mordido el anzuelo" de CiU y de incurrir en una grave "ruptura de la lealtad" por apelar a derechos históricos para pedir nuevas competencias.

La gota que colmó el vaso socialista fue que ERC se alineara con CiU y apoyara el punto en el que se invocan estos derechos en materia de financiación autonómica. El líder de ERC, Josep Lluís Carod-Rovira, presumió de que logró decantar el proyecto a su terreno, aunque sea al precio de ensanchar la brecha con el PSC. A pesar de las divergencias, todos, desde sus respectivas trincheras, llamaron al consenso. Un consenso que por lo "complicado" de la situación, debe gestarse entre Maragall, Carod y Mas.